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La convulsa empresa informativa contemporánea

Por Juan Pablo Mateos Abarca
jueves 11 de febrero de 2016, 17:54h
La convulsa empresa informativa contemporánea

Todo ha cambiado. La prensa no es lo que era y nunca volverá a serlo. Los datos y los números mandan con ecuaciones cada vez más complejas de impactos, análisis y cruces de datos. El papel se ve acorralado y sólo una minoría lo compra y lee con atención, la generación de mayor edad. Los segmentos de mercado se perfilan como fronteras digitales en una guerra de trincheras dinámica.

Las cesiones de tráfico engullen a la difusión y audiencia en papel, que pasan de una mera suma o resta de ejemplares vendidos o devueltos al omni-canal, los impactos, las descargas, las analíticas: los datos digitales mandan. El periodista se adapta a ellos como puede; solo las grandes figuras, los de siempre, campan a sus anchas escribiendo lo que quieren, ajenos a esta vorágine que les rodea, como una burbuja blindada, protegida por su prestigio en medio de la batalla.

La empresa hace números, los profesionales experimentados son pre-jubilados o despedidos y se unen al festín creando sus propios medios digitales. La nueva generación de profesionales de la comunicación vive delante de una pantalla que le da sus ratios de éxito o fracaso, las redes sociales interactúan con los datos de la web, de la APP, conviviendo con las audiencias y difusiones clásicas, cada vez más estancadas.

Y eso sólo en la prensa. La radio y televisión sigue su propio camino y también se adecúan a los nuevos tiempos. Ya no solo se ve un programa o se escucha, también se interactúa con las grabaciones, los potcast, los videos en youtube o en la web, el streaming en directo o diferido sobre las APPS y otras versiones de tráfico de datos, almacenamiento en nube, sinergias con grandes operadores, televisión a la carta con cientos de programas, radio en directo con cámara, mostrando los gestos del locutor y un sinfín de nuevos canales.

Todas estas derivadas generan nuevos especialistas en múltiples ramas de conocimiento impensables hace dos décadas: Community manager, director oficial técnico, programador senior o junior, diseñador web, desarrollador de negocio, experto en soportes emergentes, especialistas en ASO, en SEO o en SEM…

El periodismo se vuelve efímero, como una píldora que desaparece en cuanto es digerida, la actualidad ya no es actual, es instantánea, las redacciones aumentan sus horas de trabajo y sus turnos de guardia, las agencias envían una información que es colgada, transmitida o enviada ipso-facto, el periodismo de investigación se convierte en un mercenario que busca su acomodo.

Sin detenerse, las noticias de rápido consumo mandan sobre la opinión o el reportaje y la opinión es una columna fluctuante que persigue a la actualidad, que marca sus reglas. El espacio y el tiempo se pisan y el mensaje se contrae o dilata como un muelle hiperactivo. La empresa busca nuevas formas de comercialización y muchas veces se ve superada por errores o aciertos no previstos.

Las webs, las APPS, las notificaciones PUSH, y las redes sociales buscan impactos, el periodismo clásico es acorralado en un rincón pues el nuevo lector busca lo posterior al presente, lo especial, lo sintético, lo original; y ni siquiera eso le basta. Las empresas de comunicación en internet solo quieren impresiones; colocan videos de hace años, extraídos de YouTube, con titulares originales e imágenes llamativas. No importa que estén obsoletos, si llaman la atención se incorporan, sin criterio ni sentido, para conseguir una pulsación casual de los lectores. Los periódicos mantienen sus promociones como si no pasara nada, pero pasa…

El profesional de la comunicación, sobre todo de edad temprana, recibe la primera lección: tu artículo tiene que viralizarse, si no se viraliza, tiene que generar impactos, si no genera impactos, tiene que provocar comentarios, si no genera comentarios, tiene que ser optimizado en SEO, si no está bien posicionado debe ser encontrado, y si no hace nada de eso, no cumples tu trabajo.

Los columnistas de prestigio escriben sus columnas, a modo de dinosaurios que se agolpan entre los huesos del periodismo real, el de siempre, acompañados por videos, galerías de imágenes, youtubers, redes sociales cargadas de mensajes huecos, noticias de agencia enlatadas y lanzadas al vacío y una portada web que segmenta y produce una lectura rápida de titulares y comentarios innecesarios, en una cadena de frases que se olvidarán tras ser escritas o leídas.

¿Es esta la empresa informativa que queremos? ¿Es este el contexto que deseamos? La audiencia manda, la difusión por múltiples canales exige, los números, como siempre, deciden, pero ante tantos datos, canales y formas de facturación, el editor mira por la ventana de su despacho, con ejemplares de papel sobre su mesa, el de siempre, y se pregunta: ¿Es esto el futuro del periodismo?

Juan Pablo Mateos Abarca

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