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La Conjura de los Necios

Fuegos de verano, culpables de invierno
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(Foto: UME)

Fuegos de verano, culpables de invierno

Por Jorge Molina Sanz
jueves 21 de agosto de 2025, 09:42h
La tragedia de los incendios no es de agosto, sino de los años de abandono, ideología y desidia.

Apenas un sorbo de café, en la televisión las imágenes de montes ennegrecidos. El marino rompe su silencio:

—Parece que en este país los políticos no aprenden lo de que «los incendios del verano se apagan en invierno», después de la DANA, tenemos una nueva catástrofe que hiela el corazón, una nueva tragedia que, al menos parcialmente, se podría haber evitado o minimizado.

La limpieza y cuidado de los montes y cauces se ha abandonado por las consignas de «ecologistas de parqué» —desde sus despachos— que prefieren dejar que el monte arda, mientras Pedro Sánchez se baña plácidamente en La Mareta y el ministro Puente pone tweets —según él, ironía y sarcasmo—, en definitiva, unos primates que denotan mal gusto, irresponsabilidad y arietes de la política más obscena y partidista de nuestra democracia.

El balance al que estamos asistido no puede ser más desolador y deja una huella amarga de impotencia y hastío con la clase política y un desapego in crescendo, con un cabreo sordo, que diría un castizo, de la ciudadanía. Hasta la fecha tres muertos, decenas de heridos, cientos de familias desalojadas, carreteras cortadas, pueblos enteros confinados por el humo, cerca de 350.000 hectáreas quemadas y pérdidas millonarias.

Gran parte de los incendios en España son por negligencias y provocados —se estima en un 96 %—, de hecho, ya hay 31 detenidos y 92 investigados, por lo que la muletilla del «cambio climático» parece poco científica, muy cabalística y un recurso fácil para el relato político.

Este desastre pone de manifiesto que se ha creado una estructura de Estado muy costosa, sin coordinación, pero que permite eludir responsabilidades y tener excusas para utilizarlas políticamente contra los adversarios.

La clase política se acredita por un indecente y pésimo comportamiento, cuando lo que se requiere es una actuación conjunta, coordinada e inmediata, pero vemos con estupor como se intenta hacer política de la desgracia de muchas familias. Mientras nuestros vecinos de Portugal, en una situación similar, unen esfuerzos para solucionar el problema. Claro que, ellos no tienen la excusa autonómica.

La joven profesora añade:

—Ante una situación de emergencia no sirve la pasividad e incompetencia del gobierno de Sánchez y sus ministros. Ni es de recibo achacar la reducción de la flota de aviones cisterna contra incendios, en un 20 %, a la prórroga de presupuestos. Parece que, para estos temas, no saben hacer los traspasos de créditos y modificaciones presupuestarias que hacen en lo que les interesa.

A la merma de capacidad de respuesta, un invierno y primavera lluviosos, incendios provocados y si añadimos las resultados del «ecologismo de parqué» que dificultan o prohíben tareas de conservación, ha creado un peligroso escenario para acabar en lo que estamos viviendo.

Para explicar este estado de cosas no sirve el recurso fácil del cambio climático, cuando en muchos sitios de la península llevan años pidiendo permisos para limpiar el monte y abrir cortafuegos, con respuesta negativa «para proteger» al urogallo, el lobo o el oso. Cuando el incendio ha llegado, la fauna ha huido y la gente ha perdido lo que trataba de preservar.

El marino incide:

—Son muchas las variables que intervienen en este problema y no solo se trata sólo de medios, también hay que cambiar paradigmas, como se ha dicho, abandonar el «ecologismo de parqué» que ignora la realidad rural y cambiar el modelo para invertir más en tareas de prevención para evitar incendios y tener que invertir menos en apagar.

Mi provecta edad —suelta el marino con sorna—, sin ser nada nostálgico, me permite mirar para muy atrás, a la España de posguerra que, con menos medios y recursos, el monte se mantenía vivo gracias a pastos, cultivos y cortafuegos creados por la acción humana.

Aunque nos pese, las normativas restrictivas y las subvenciones, han contribuido al abandono rural y roto su equilibrio y multiplicando el riesgo.

Según un informe reciente, explicaba que España disponía de ocho helicópteros Kamov Ka-32, de origen ruso, muy eficaces en descargas de agua, pero que han sido dados de baja por las dificultades para encontrarles repuestos o las propias restricciones y sanciones de la UE, pero se invierte en observatorios y campañas, pero se olvida la eficacia.

Volvemos a las contradicciones en las políticas ambientales de la UE. Por un lado, restringe y por otro (Memorándum de Política Forestal de 2003) alerta que proteger sin intervenir significa dejar combustible para los incendios, lo que incide en la responsabilidad gubernamental por sus impedimentos y pasividad.

La joven profesora asiente y añade:

—Se protege el monte hasta la parálisis, dejando que sea un decorado, en lugar de gestionarlo. La teoría de confiar en que la naturaleza, por sí sola, mantiene su equilibrio, resulta fallida y falsa. Sin la intervención humana, la maleza se adueña del terreno y el fuego encuentra el combustible para la desgracia que estamos asistiendo.

El ecologismo es compatible con la acción humana, es más, contra ciertas teorías la necesita. Un ejemplo cercano, Parques Naturales como el de Cabo de Gata-Níjar son fruto de la intervención humana —salinas creadas hace siglos— y sobreviven gracias a la gestión activa. Si se abandonaran al albur de la naturaleza, acabarían degradándose o desapareciendo. Lo mismo pasa con nuestros montes, necesitan manos y menos relato.

El marino remata:

—La lección es clara, no se puede gobernar un país desde la hamaca, con políticas obscenamente partidistas y pensando que el campo funciona como un jardín urbano.

Jorge Molina Sanz

Agitador neuronal

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