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Reportaje del Director

“Quise llegar a Las Vegas...” (4ª PARTE)

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Las encantadoras recepcionistas del Hotel Crowne Plaza de Chicago, donde descansé después de más de 24 horas de espera, vuelo y desespero. Con dos 'gacetas' y un folleto de Kiosco24.
Las encantadoras recepcionistas del Hotel Crowne Plaza de Chicago, donde descansé después de más de 24 horas de espera, vuelo y desespero. Con dos "gacetas" y un folleto de Kiosco24.
El avión llegó con tiempo suficiente a Chicago para coger el billete a Las Vegas y presentarse en la Cena del Hotel Bellagio, con tiempo para explicar quién era y que hacia allí a los representantes de INMA, evidentemente, pagaría lo necesario para participar del evento, lo que costara el cubierto y la celebración, y realizaría mi reportaje, luego dormiría en el Bellagio, echaría una monedita en una “tragaperra” por tradición y costumbre y compraría algunos regalos a amigos y conocidos; esas chorradas que se compran, imagino, cuando se va a una ciudad de ensueño como Las Vegas. Que pienso yo que Dios no quiere que existan, pero existen, porque son un cúmulo de juego, pecado, perdición y, también, porque no, donde se realizan los mejores congresos de la tierra, en este caso el de editores, el de INMA, al que yo quería asistir a toda costa en su clausura...
El correo electrónico que me hizo tomar la determinación de este viaje que estoy describiendo fue el siguiente, el último que mantuve con José A. Podestá, Editor de Revista IdeasOnline, y que decía lo siguiente:

“ESTIMADO Juan Pablo

Deseo que comprenda que no soy yo quien decide la política de privacidad y servicios de INMA. La misma emana de los Directorios internacional y latinoamericano, en los cuales están representados los principales Periódicos asociados. Por tanto, si su viaje a la Argentina tiene que ver con actividades personales inherentes a su Negocio, bienvenido sea. Pero le anticipo que yo estoy llegando en los primeros días de la semana que viene y vuelvo a salir nuevamente en menos de 48horas.

Cordialmente,

José A. Podestá - INMA
[email protected]


Me extrañaron muchas cosas de ese correo, pero sobre todo las siguientes:
1) Por qué después de tres años de constante colaboración me habla de la política de privacidad de INMA.

2) Por qué si le digo que voy a Argentina para hablar con él, recorriéndome 12.000 kilómetros, en vez de sentirse halagado, me habla de mi “Negocio” y no se siente contento, ni agradecido, ni conmovido, simplemente, en apariencia, ofendido.

3) Por qué me cuenta que se marcha en 48 horas y no me dice dónde, si se va al congreso de editores de INMA, una cita tan importante, cuando quiero ser miembro de INMA, y ni siquiera me invita.

Por esas tres razones, me decidí a ir a Las Vegas en menos de dos días, coger un avión Airbus 340 hacerme 40 horas de vuelo y 24.000 kilómetros de ida y vuelta y llegar a Las Vegas para una cena de 6 horas, hacer un reportaje, saludar a doce personas y volver a Madrid. Por voluntad, quizá la voluntad de Dios… o la mía, pero, al fin y al cabo: VOLUNTAD.

Los billetes estaban llenos y repletos, empecé a hacer cola de forma compulsiva, en Chicago hay muchos hispanohablantes, te sientes protegido por tu lengua madre y existe una graciosa complicidad entre tus coetáneos, que te saludan con simpatía y te abrazan de forma amable y cordial con un saludo testimonial y a veces visceral.

Es bonito como tu lengua, la de tu pueblo, ha trascendido las distancias y se ha colado en todos los reductos, las tierras y los lugares, como nuestra religión ha educado a tantas gentes que luego se han trasladado a tantos y tantos lugares de la tierra para ayudarte en cualquier momento y situación. Aunque mi inglés no es malo, hablar con ellos siempre es una bendición, y cuando tratas en tu lengua, te sientes arropado por esa simbiosis mágica que es la comprensión del otro en el lenguaje de tu nacimiento...

La señorita que me atendía iba mirando los vuelos y me decía que todos estaban ocupados o retrasados a Las Vegas hasta las 20,30; observé que si el tiempo de vuelo estimado a Las Vegas era de tres horas, llegaría tarde a la cena, pero al menos llegaría al final, y podría saludarles; dije a la chica que había recorrido medio mundo para esa cita y ella, apiadándose de mí, me puso en stand-by en un vuelo anterior, a las 18,30, el primero, haciendo una pequeña “trampilla” que nunca le agradeceré suficiente...porque lo hizo de corazón.

Las horas pasaban, y ya llevaba esperando seis horas, más las doce de vuelo y las cuatro en el aeropuerto anterior, unas veinte horas de aventura, y el tiempo continuaba corriendo, el cansancio empezaba a hacer mella en mí y goteaba sobre mi espalda.

Empezaba a anochecer...recordaba toda mi ilusión, las revistas perfectamente colocadas en el maletín, los folletos de kiosco24 emparejados, el traje doblado y las camisas, cuatro corbatas –por si acaso mancho alguna más de la cuenta- y Las Vegas esperándome... o yo corriendo hacia esa ciudad de ensueño, con doscientos millones de luces, sus avenidas llenas de mujeres de dudosa reputación, los imponentes coches, y las máquinas “tragaperras” con premios inverosímiles...

Sin embargo, el tiempo pasaba, los vuelos se retrasaban y las personas encargadas del abordaje me decían constantemente que debido al clima no se podía embarcar, eran ya las 20:00 horas, luego las 20:30, luego las 21:00 horas, ya no llegaría a la Cena, ya no llegaría a nada de nada, llegaría MAS TARDE DE LAS 00:00, ¡ni siquiera cogiendo un Ferrari en un sueño imposible al llegar al aeropuerto de las Vegas a las 23:30 conseguiría llegar al final de la ceremonia!

Ya no había remedio.... ya no llegaría, mi gozo en un pozo... mis ilusiones frustradas, mi preparación, mi plan, mi deseo, mi sueño encendido, mi cualificación, toda mi esperanza había caído por el imponderable del clima, esa decisión divina de la lluvia, el viento, los astros, el llanto de las nubes o la nieve cayendo por las laderas, que son las mejillas de Dios; por los muslos de nuestra Madre tierra, por la decisión de su aliento, que es el huracán de su ira o de su respiración insomne, que vive en la eternidad de nuestra alegría y de nuestra tristeza...

Creo, en el fondo de mi alma, que Dios no quiso que llegara a Las Vegas, que no quiso que viera aquella ciudad.
(Continuará....)
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