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Volver a las Fuentes

Volver a las Fuentes

Rodrigo Fino / Fuente: www. revista-ideasonline.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Cada día es más difícil lograr una combinación tipográfica que tenga originalidad, contundencia, estilo, simpleza y que mantenga a resguardo la sagrada legibilidad. Aunque en la pequeña gran aldea del diseño esto último parece estar en discusión, y por el ruido que se oye desde ese vecindario, habría algunos interrogantes que indican que no todo el mundo está de acuerdo en preservarla bajo ese manto sagrado; o al menos se intenta redefinirla con un concepto más acorde a los tiempos que corren.

Es evidente que ya no se lee de la misma manera que hace 10 ó 20 años. Más aún, durante ese tiempo estuvimos expuestos a un sin fin de variantes de textos, en otra infinidad de soportes. Nos acostumbramos a leer en la pantalla del ordenador, en las diminutas Palm, en las pantallas microscópicas de los celulares y buscadores personales, en revistas que incursionaban en una gama de usos de cuerpos mínimos y de familias tipográficas de diseños poco ortodoxos. Nos habituamos a leer textos de animaciones en la TV, en los sitios de Internet y hasta en las pantallas de los aeropuertos (Mario García puede dar fe de ello!), textos apremiados por la exasperante caducidad del tiempo en las subtitulaciones de las películas o en CD-Rom aburridísimos.

Ni que hablar de leer el periódico, cosa que la mayoría de las veces no se hace en las más cómodas condiciones, como por ejemplo hacerlo bajo la siempre escasa y amarillenta luz de un subterráneo. Además de la gimnasia a la que hemos sometido a la tipografía y a nuestra vista, es evidente que hemos leído y leemos en las condiciones más extremas, más allá de la lectura natural que tenemos en occidente, -de izquierda a derecha y de arriba a abajo- la mayoría de las veces lo hacemos a velocidades que no guardan relación con el tradicional rito de la lectura de un libro, un periódico o una revista de diseño clásico.
La legibilidad de los textos ha cambiado de manera radical, y lo que es más importante el uso que le damos al texto ha determinado nuevas formas de lectura convirtiendo a la legibilidad en puro dinamismo.

El tiempo es veloz.

Hoy la tipografía tiene movimiento, velocidad, vértigo, electricidad, silencio, grito, desenfreno, humor, tristeza. Tiene vida propia más allá del diseño. Es un rasgo del lenguaje y de los tiempos. Y cada día se producen más y más textos (sobre todo en papel). Lejos de entregarse a la desaparición definitiva, el texto se revaloriza segundo a segundo. Un carrera contra el paso del tiempo pero no contra las tecnologías.

Por el contrario el texto logra contorsionarse, de ser necesario, y allí reaparece inventándose así mismo. En el libro La Palabra Visible (The Visible World - Herbert Spencer, 1968), su autor dejó escritas algunas pistas que nos llevan a los principios de la legibilidad resumiendo 100 años de investigación sobre ella. Algunas de las nociones, que hoy los diseñadores manejamos como si se tratara de respirar, están presentes en este libro: las itálicas tienen menos legibilidad que las romanas, la semibold tiene gran legibilidad, la bold tiene buena lectura si su espaciado entre letras es suficientemente perceptible; éstas son sólo algunas de las afirmaciones generales del libro, que luego de muchos años y nuevas investigaciones no han sido puestas en duda. La producción de nuevos tipos no se detiene y la posibilidad de acceder a ellos es infinita. Los catálogos y sitios que ofrecen tipografías se reproducen como conejos. No obstante, en este frenesí lo bueno se confunde con lo malo y, en esta explosión de posibilidades la responsabilidad y el criterio profesional son el único reaseguro para lograr que un buen texto atrape a un lector inteligente.

La ambigüedad de los buenos tipos.

La exhuberancia mal usada no debe castrar la búsqueda de nuevos caminos tipográficos o la posibilidad de experimentación. La tipografía perdura más allá del tiempo y de la abundancia desenfrenada. La buena, la que siempre nos permite reencontrarnos con la lectura, ésa no muere nunca.

La tipografía no puede existir fuera del acto de la lectura y por consiguiente es indivisible de ella. Con el uso, la lectura abre nuevos caminos que hacen que la legibilidad de un texto gane una nueva dimensión dinámica. La lectura es un proceso, se lee para investigar, para informarse, para estudiar, a veces se mira y no se lee; en consecuencia el efecto es el mismo, la mente transforma esas formas, generalmente negras e impresas, en imágenes, conocimiento o información. Pero para que esta transformación sea exitosa o placentera se requiere del secreto encanto del diseño tipográfico; la ambigüedad que una tipografía pueda tener hará que nos seduzca y atrape.

Lo conocido muchas veces no genera ningún efecto y nos pone al borde de cierto hartazgo, ni qué decir entonces de la monótona repetición al infinito. Las nuevas tipografías nos incitan a la aventura de la lectura, le dan carácter y revalorizan su uso, ampliando los horizontes de la legibilidad . Muchas veces el uso nos permite potenciar una tipografía utilizada hasta la saciedad, dando nuevas perspectivas tipográficas. Adrián Frutiger, reconocido tipógrafo y diseñador, señaló al respecto: "Afortunadamente, comprendí que la tipografía es un ente vivo". Tal vez en esta idea esté la clave que permita lograr diseños que emocionen, apasionen y que, por sobre todo, perduren en el tiempo.
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