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La radio como medio para la participación

Susana Herrera Damas / Fuente: www. pulso.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
A pesar de la actual vigencia que tiene hoy la interactividad aplicada a los medios, el intento de establecer contacto con los oyentes ha estado presente a lo largo de buena parte de la historia de la radiodifusión. Fue ya a finales de los años cuarenta cuando la mayor parte de los sistemas radiodifusores occidentales lograron su propósito incorporando las voces de los oyentes en determinados espacios programáticos como los concursos, los consultorios o los programas de discos dedicados. Hoy, más de medio siglo después, la radio ha dado suficientes muestras de su enorme capacidad para mantener ese contacto con su audiencia en un grado mayor de lo que se observa en la prensa o la televisión.

En función de su presencia en la sociedad
Según la presencia que el medio tiene en la sociedad, es preciso afirmar en primer lugar que la radio goza de una alta penetración social, temporal y espacial y de una amplia difusión popular. Se trata de dos fenómenos íntimamente relacionados que, de hecho, constituyen el anverso y el reverso de una misma realidad. La alta penetración social de la radio se refleja en el elevado número de receptores que existen, por ejemplo, en Perú, y que son sólo un reflejo numérico de la presencia constante que el medio tiene en la sociedad. Esta destacada penetración social va acompañada además de una elevada penetración temporal que se traduce en la capacidad que tiene un canal radiofónico para emitir ininterrumpidamente las veinticuatro horas del día a lo largo de todo el año. Además, la penetración espacial de la radio confiere al medio una gran versatilidad y diversidad de ámbitos físicos, tanto de emisión como de recepción.
En función de su especificidad sonora
Consecuencia de su especificidad sonora, la radio posibilita una mayor proximidad psicológica entre el emisor y el oyente. Estos rasgos son derivados tanto de la propia naturaleza mediática de la radio —basada en los productos sonoros— como de la importancia y sensibilidad del oído en cualquier proceso comunicativo en general y en la recepción del medio en particular.

Esta marcada dependencia del sentido auditivo otorga a la radio una mayor proximidad psicológica que, a su vez, favorece el establecimiento de una mayor complicidad entre los profesionales del medio y su audiencia. De este modo, la radio queda convertida en una especie de interlocutor válido por excelencia, que lo sabe todo, que todo lo puede y que incluso alivia las preocupaciones de la vida cotidiana:
La radio ofrece también una apariencia de espontaneidad y posibilita de esta forma una amplia relación de identificación y empatía entre el oyente y el medio. Se trata de un rasgo estrechamente relacionado con la capacidad de la radio para reproducir la voz y la conversación humana: la radio encuentra menos dificultades que otros medios para establecer una comunicación empática con la audiencia a la que se dirige
En función de su percepción social
Según la percepción que la audiencia tiene del medio, la radio se perfila como un medio próximo, cercano y familiar. La evolución que ha experimentado la radio hasta nuestros días ha hecho del medio un “instrumento vivo, participativo y capaz de conectar de forma inmediata con el sentir de la población”; una población que, en numerosas ocasiones, ha reconocido que la radio, en efecto, dispone de un espacio de comunicación propio hegemónico —si no en volumen de audiencia— sí en imagen social:
Atendiendo a estas consideraciones, puede entenderse que la participación se realice en mejores condiciones en radio que en otros medios; ya que la radio permite una mayor igualdad en la situación comunicativa. Si bien es cierto que la participación radiofónica introduce diferencias entre las posibilidades de emisión que tiene un individuo con respecto al resto de los oyentes, también es cierto que mantiene la igualdad en cuanto a la recepción ya que tanto el locutor como el participante singular y el público general reciben a la vez el mismo mensaje.

Este rasgo de inmediatez privilegia nuevamente la naturaleza interlocutora de la radio. De esta forma, al ofrecer una respuesta inmediata, la audiencia tiende a percibir a la radio como un interlocutor real que, en ocasiones, puede llegar incluso a sustituir a la comunicación interpersonal.

La audiencia percibe también a la radio como un medio ágil y rápido. También en este caso, muchos autores han destacado estas cualidades para insistir en la capacidad que tiene la radio informativa para relatar los acontecimientos justo en el minuto después de que hayan tenido lugar e incluso en el momento mismo en el que se están produciendo. Hoy, esta rápida capacidad de respuesta de la radio en el relato del devenir diario se ha extendido también a la totalidad de la programación y no sólo a la de carácter informativo, si bien es cierto que es en este tipo de programación donde la agilidad, rapidez y capacidad de respuesta de la radio han desplegado un mayor repertorio de sus posibilidades. Desde el punto de vista de la participación, la agilidad y rapidez de la radio se hacen muy evidentes, por ejemplo, en los programas-consultorio donde, a la formulación de una pregunta le sigue, pocos minutos después, la sugerencia de la respuesta.

Asimismo, la radio permite mejor que ningún otro medio el anonimato. Es cierto que, en ocasiones, puede no existir ninguna razón para que los oyentes oculten sus identidades reales bajo seudónimos o nombres falsos a la hora de intervenir. Sin embargo, esta nota diferencial del medio resulta de especial trascendencia en programas como los consultorios que integran la mayor parte de la programación nocturna
La percepción que la audiencia tiene de los medios resultará esencial para comprender por qué motivos se dirige a ellos. En el caso de la radio, los elementos de proximidad, cercanía, inmediatez, instantaneidad, cotidianeidad, agilidad, rapidez y anonimato mencionados resultan fundamentales para comprender por qué los oyentes se dirigen a los espacios de participación provistos por el programa.

En función de sus características técnicas
Existe además un último criterio de clasificación que acredita a la radio como un auténtico medio de participación. En efecto, según su funcionamiento técnico, la radio tiene una gran potencialidad para incorporar a los oyentes a sus emisiones.

Así lo han destacado, por ejemplo, algunos autores para quienes el hecho de que la radio tenga un funcionamiento técnico más sencillo de lo que se observa, por ejemplo, en la televisión, se refleja de forma más viva e inmediata en la instantaneidad para difundir noticias, en la fuerza de la emisión en directo y en la posibilidad de que los oyentes participen constantemente
Desde una perspectiva más concreta, puede afirmarse que los rasgos derivados del funcionamiento técnico de la radio que guardan una mayor relación con la participación de la audiencia se refieren a su sencillez, comodidad, “transparencia” y flexibilidad. En la mayor parte de los casos, la participación de la audiencia en los programas de radio se realiza a través del teléfono o, más recientemente, del correo electrónico. En el primer caso, la posibilidad técnica de acceder a la antena para expresar una opinión se encuentra simplemente limitada por la posible saturación de la centralita o del equipo de producción que atienda los números de teléfono del programa. En el segundo caso, los oyentes pueden dirigirse fácilmente a la dirección de correo electrónico de un determinado programa, siempre y cuando quede asegurado el normal funcionamiento del servidor. En ambos casos, se trata de instrumentos técnicos muy familiares para el oyente -el teléfono- o de creciente implantación —el correo electrónico. No se intenta sostener aquí que, en el resto de los medios, las fórmulas para la participación del público sean muy sofisticadas. Sencillamente, se argumenta que, coger el teléfono o escribir un correo electrónico a la dirección de un programa es más sencillo, más cómodo y habitualmente más “transparente” que escribir una carta para que sea publicada en la sección “Cartas al director” de un periódico o que llamar a un número de teléfono para revelar un testimonio en los talkshows televisivos. En la actualidad, estos programas utilizan frecuentemente el teléfono. Se pretende así introducir nuevos puntos de vista y testimonios al debate que tienen lugar tanto entre un colectivo de profesionales como entre los invitados que acuden a un programa para relatar un aspecto destacado de su vida. No obstante, se trata de una imitación de un recurso originariamente radiofónico que, por esta misma razón, se ajusta más fácilmente al lenguaje y a la narrativa radiofónicas.

En síntesis, tras lo apuntado hasta aquí, es posible concluir que algunas de las características intrínsecas a la radio hacen de ella un medio apto e incluso privilegiado para servir de instrumento o cauce para la participación de los oyentes. De hecho, estos rasgos privilegiados confieren en parte a la radio el carácter de medio de comunicación en el sentido más pleno, amplio y auténtico del término. Al menos en términos potenciales, la radio dispone por tanto de una gran capacidad para incorporar la respuesta del receptor en el proceso comunicativo y para tratar así de garantizar la eficacia comunicativa del medio. Por su misma especificidad técnica y sonora, la radio parece especialmente apropiada para integrar las fórmulas de participación directas, que posibilitan un acceso prácticamente inmediato del oyente al medio a través de un ejercicio de mediación profesional que se ejerce en la última etapa del proceso comunicativo.
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