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El Mundo Enfurecido y los Medios: El Aislamiento y las Noticias Internacionales en los Estados Unidos (Parte I de II)

Leonard R. Sussman/ Fuente: www.libertad-prensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
La furia del Siglo XX produjo el fascismo, el nazismo y el comunismo. Su consecuente barbarie dejó un legado de millones de cadáveres y supervivientes que se preguntaron cómo tales atrocidades pudieron ocurrir en una supuesta era de ilustración y progreso.
¿Por qué no supimos lo que ocurría? Esa fue la pregunta que se hizo toda la humanidad. ¿Por qué al mundo no se le dijo que Hitler iba en serio cuando proclamó el Reich de los Mil Días y la erradicación de los judíos junto con la oposición política y social?
Cuando Stalin causó la hambruna de millones, mandó a miles de personas, incluso sus camaradas, a los campos de exterminio de la Unión Soviética, ¿por qué la dialéctica utópica ocultó la horrorosa realidad a la mayoría del mundo? Cuando lo pensamos, la respuesta tiene dos dimensiones:
Después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos se negó a unirse a la Liga de Naciones, pero 30 años más tarde necesitó ayuda para financiar la fundación de las Naciones Unidas. En esas décadas entre guerras, el pueblo estadounidense era principalmente aislacionista, cerrado y se creía seguro entre dos océanos; y por lo tanto despreocupado hasta que las bombas cayeron en su suelo.
La segunda explicación a la ceguera norteamericana al palpitante rencor más allá de sus fronteras fue el fracaso del periodismo estadounidense de explicar la furia y la miseria global en el contexto de geopolítica y especialmente su implicación en la patria norteamericana.
Recuerde estos episodios: Millones de estadounidenses visitando la Feria Mundial de Nueva York en 1939.
Era realmente un cuento de hadas. Los pabellones extranjeros relucían. Ofrecían cocina autóctona, disfraces y danzas. El mundo, para la mayoría de los estadounidenses, era un lugar exótico y bien valía la pena el precio de admisión.
Antes de la clausura de la feria, los ejércitos nazis se extendieron por Europa, el pabellón soviético fue demolido cuando José Stalin firmó un pacto de no agresión con la Alemania nazi, y el japonés fue incendiado después del bombardeo de Perl Harbor.
El aislamiento estadounidense se erosionó a la par que los pabellones colapsaban. Pero los acontecimientos -no la perspectiva periodística- ofreció un nuevo entendimiento a los norteamericanos de la furia mundial.
Por supuesto, hubo periodistas brillantes y valientes que informaron sobre el alzamiento de Hitler y las amenazas contra Estados Unidos. Dorothy Thompson , en prensa escrita, y Edward R. Morrow, en radio, ofrecieron el análisis y la perspectiva, junto con informes precisos, del descenso de la civilización.
Pero la mayoría de los estadounidenses preferían otras fuentes de información. El público de Thompson se limitaba a los periódicos que publicaban su columna. La radio, ni siquiera los fascinantes informes de Morrow, no era la fuente principal de noticias para la mayoría de los norteamericanos.
La labor periodística de Thompson y Morrow, pese a que era devastadoramente exacta y gráficamente presagiosa, estaban esencialmente dedicadas al poder militar nazi y a sus implicaciones. Ellos advirtieron sobre amenazas ciertas a los pueblos libres, incluyendo el estadounidense. Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, el comunismo se presentó como una amenaza mucho más compleja porque combinaba retos sociales, económicos y militares al sistema norteamericano.
La prensa de este país no estaba preparada para enfrentar esta historia tan compleja, particularmente porque el tema central ocurría en muchos países, en distintas ocasiones y en formas diversas.
Y pocos periodistas tenían experiencia en temas internacionales y en las ilimitadas intrigas de ideologías insaciables.
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