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La ética en la supercarretera de la información (Parte I, de II)

Emilio Filippi // Fuente: www. saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
En un enjundioso artículo de tesis el joven periodista peruano Roberto Nicolás Silva Rodríguez hizo un paralelo entre la competitividad existente hasta ahora en los medios de comunicación considerados tradicionales (prensa, radio, televisión) y la irrupción en esa área de las publicaciones electrónicas en línea. La pugna arraigada, conocida y aceptada como legítima, ha estado primordialmente orientada en la búsqueda de primicias noticiosas, de informaciones mejor estructuradas e interpretaciones más lúcidas sobre el acontecer nacional o internacional. (1)
Sin perjuicio de avalar la rivalidad entusiasta de los competidores, el analista insiste en un principio que considera insoslayable: en cualquier caso el periodista debe observar una conducta ética que haga prevalecer los valores deontológicos sobre la utilidad comercial o la nombradía personal. Estos preceptos exigen tener en cuenta que la libertad que ejercen los periodistas para buscar, investigar y dar a conocer los hechos, siempre ha de realizarse en forma responsable teniendo en consideración que cuando se dice que el periodismo está al servicio de la verdad se está expresando una exigencia indudable: que a los periodistas les está vedado mentir y que la mentira puede tener muchas formas que, a veces, se disimula astutamente. Por ejemplo, omitiendo información. Presentar una verdad a medias es una forma de mentir. O, mirado desde otro ángulo, enfatizando solamente un aspecto de la información, el que conviene al medio o es del gusto particular del periodista.

Todos los autores que abordan la ética periodística coinciden en otros aspectos que es necesario acotar. El deber de decir la verdad obliga al periodista a presentar las informaciones sin adjetivos calificativos, atribuir exactamente las expresiones de sus entrevistados, mencionar siempre las fuentes de información, identificándolas debidamente. Esto es muy importante subrayarlo, especialmente en estos tiempos cuando aumenta la tendencia de algunos a exagerar el derecho al secreto profesional, creyendo que éste da vía libre para imaginar fuentes o hacerse eco de personas que utilizan a los periodistas para divulgar irresponsablemente infundios o desinformar para mezquinos propósitos. Patricia Cruz subraya otra frecuente falta a la ética periodística, especialmente en la televisión, aunque también se da en otros medios: la inducción en las preguntas durante las entrevistas.
Dice la académica: " En las entrevistas que se realiza a personajes públicos para dar información sobre algún acontecimiento o dar a conocer al público algunas características de ciertos personajes, en ningún caso el reportero debe apoyar o negar lo expuesto por el entrevistado y mucho menos elaborar las preguntas de tal manera que permita obtener una respuesta esperada". (3)
La autora también menciona el uso de los planos televisivos para ensalzar o demeritar la imagen de algunos actores de hechos noticiosos o hacer ostensible diferencia en los tiempos asignados para dar información sobre éstos.

Todos estos defectos tienden a repetirse también en Internet, aunque en otras dimensiones. Será necesario reconocer, sin embargo, que Internet, como supercarretera de la información, no solamente es un nuevo medio periodístico de comunicación, en cuanto difunde noticias, comentarios y opiniones sobre la actualidad, sino, además, es un instrumento destinado a globalizar datos, antecedentes y conocimientos generales o específicos sobre las más variadas materias. En este sentido, es más que un diario, una revista, una radio o un canal de televisión, ya que el cúmulo de material que entrega es capaz de cubrir todas las áreas del interés humano. Además, a través de la red es posible realizar una " interactividad", que va desde lo estrictamente personal a lo comercial, gremial, social o comunitario. El periodismo, en consecuencia, juega aquí un papel importante, pero no es el único. No obstante, es un hecho que los usuarios de la red la ven a ésta como otro medio de comunicación periodística e, incluso, los medios tradicionales que en un comienzo fueron reacios a darle importancia han terminado por rendirse a la evidencia: quienes ingresan a Internet buscan múltiples sitios, es cierto, pero muestran preferencia por las versiones digitales de los periódicos, de las radios y de la televisión. Es decir, de una competencia inicial, peligrosa para abatir la tradición, ha llegado a constituirse en un complemento indispensable que algunos consideran un valor agregado a los medios de origen.

Hay que considerar, sin embargo, que la producción de revistas o periódicos digitales, independientes de alguna matriz, editados en papel es, también, un hecho nuevo de la causa. Tanto por la existencia de "portadores" que asilan en sus sitios iniciativas autónomas, cuanto por el empuje de pequeños o grandes empresarios que buscan en la red una forma de construir el futuro del periodismo electrónico, hay aquí un fenómeno creciente que requiere una atenta mirada desde el punto de vista de la ética.

Para Javier Echeverría, la presencia de Internet como nuevo medio de comunicación abre espacios en direcciones múltiples que no existen en los otros, y que en la red son descentralizados e interactivos. "En los diarios, revistas y libros esto apenas existe, dice Echeverría, y otro tanto cabría decir de la radio y la televisión, a diferencia del teléfono que sí es interactivo, pero sólo es bidireccional, al menos en su formato actual". (4)
Hay también coincidencia en los estudiosos en dar al periodismo electrónico una importancia ética tanto o más grande que la de la que tienen los medios tradicionales. Y esto, por una razón fundamental. Internet, como medio de comunicación, se ha convertido en el que goza de una verdadera, auténtica e irrestricta libertad. Los periodistas que incursionan en la supercarretera no sufren censura de clase alguna, no hay leyes que impidan decir lo que el periodista considere importante revelar y el hecho de que surjan iniciativas particulares que no requieren grandes inversiones y, por lo tanto, no dependan de patrocinios empresariales o supervisiones externas, lo convierten en el lugar ideal para los profesionales que siempre han soñado con hacer realidad todas sus aspiraciones de trabajar sin trabas que obstaculicen su tarea de satisfacer a plenitud el derecho del público a ser leal, veraz y oportunamente informado.

Por cierto, tales ventajas comparativas no podrían jamás suponer que ello significa que los periodistas de los medios digitales tienen patente de corso para hacer de las suyas en el ejercicio de sus tareas informativas. Al contrario, la irrupción de los periódicos electrónicos debiera ser un aporte extraordinario a la expansión de la información exacta, precisa y honestamente expuesta. La falta de presiones políticas, económicas o religiosas es un aliciente mayor para que los periodistas conviertan su oficio en una forma cabal de servicio a la comunidad, destinataria final del derecho a saber que ésta tiene. Ello está íntimamente relacionado con la acucia en la búsqueda de la información, la objetividad, que no es otra cosa que contar la realidad de los hechos tal como ellos ocurrieron, la independencia, amplitud de criterio, tolerancia, y, sobre todo, con lo que se conoce como transparencia informativa. Ello es lo mismo que pedir al reportero un alto nivel de honestidad y de alejamiento de todo interés subjetivo en la exposición de las noticias. Lo mismo vale para las opiniones que, desde luego, siempre serán producto de la íntima percepción de quien las emite, pero al cual debe exígírsele que, al exponerlas, no tergiverse, falsee ni modifique interesadamente los hechos.

Tales normas éticas, exigibles en cualquier medio de comunicación, adquieren una especial relevancia en el periodismo digital, en el cual podría existir la tentación a divulgar rumores no confirmados, y por lo tanto absolutamente irresponsables, a incursionar en la vida íntima de las personas y agredir el honor o la dignidad de las mismas.
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