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La deontología periodística frente a los cambios técnicos y la globalización (Parte I de III)

Por Guy Riboreau/ Fuente: www.saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Digitalización, globalización. Dos palabras modernas que se encuentran hoy en día en todos los discursos, artículos de prensa, programas audiovisuales sobre la evolución del mundo. Palabras que están de moda, por cierto, pero que resumen bien los cambios que afectan a los ciudadanos de nuestro pequeño pueblo planetario.
Por un lado, implican un cambio técnico bastante fácil de entender: las computadoras son de un uso generalizado y la técnica analógica de producción de textos, sonidos e imágenes está sustituida por la técnica digital. Del otro lado, representan conceptos más o menos vagos, con contornos borrosos, que permiten decir todo y su contrario para explicar situaciones que escapan al análisis según los criterios habituales.
Qué quiere decir globalización sino interdependencia mundial... y el control de los flujos económicos, comerciales y financieros, pero también de información, por un puñado de grupos poderosos que, en casi todos los países, representan una fuerza que puede imponer su propia visión del mundo a los políticos, poner en acción su propia estrategia.
Globalización es la forma moderna del capitalismo. Y no es un capitalismo positivo para producir bienes que servirán al ciudadano para mejorar su existencia, es un capitalismo basado en el mundo financiero, que busca el ingreso máximo y el poder para sus accionistas.
Y el capitalismo moderno dispone hoy en día de las herramientas necesarias, en particular en el terreno de las telecomunicaciones, para desarrollar su poder.
Si hay un sector de la actividad humana afectado por los dos tipos de cambios, es el de los medios.
Cada vez más medios de comunicación son controlados de manera directa o indirecta por grandes grupos empresariales que ven en los medios una suerte de palanca que podría servirles para influir en políticos, en las personas que se ocupan de atribuir las obras públicas y, por supuesto, la competencia. Además, los mismos políticos utilizan las empresas periodísticas como herramientas de marketing político. De tal modo que los medios de comunicación se encuentran en el centro de un juego entre poderes políticos y económicos, y muchas veces son víctimas de aquel juego.

En este doble contexto de la revolución digital y de la globalización, ¿qué significa, hoy en día, la palabra periodismo? ¿Cuál es el papel del periodista cuando, cada uno de los ciudadanos, con una computadora y un sitio web, puede ser al mismo tiempo una fuente de información y un consumidor de noticias que vienen directamente en su pantalla? ¿Cómo hacer de tal manera que, entre los actores de la actualidad y el público, siga existiendo el intermediario que explica, que analiza, que interroga, que pone las cosas en su contexto, que decodifica de manera independiente? ¿Y cómo verificar, explicar, analizar las noticias cuando el volumen de información es tan grande en las pantallas que resulte imposible un tratamiento riguroso de la información?
Los flujos de noticias, en cuanto a volumen y rapidez, son tan amplios que resulta difícil elegir e incluso tratar correctamente cada una de las noticias. La miniaturización de componentes electrónicos, su capacidad para almacenar y manejar masivamente a velocidades vertiginosas millones de datos, nos lleva a cuestionar las consecuencias de estos progresos técnicos en el contenido de la información. Destaca el ejemplo de la reciente foto de la AP tomada en los primeros días del conflicto entre israelies y palestinos: el pie de la foto publicada en la portada de varios periódicos franceses presentaba a un palestino herido cuando en realidad se trataba de un israelí. ¿Quién tiene la culpa, la velocidad, la búsqueda de un scoop o el poco tiempo para verificar la información?
Además del impacto de la tecnología sobre el trabajo del periodista, el contexto de producción y tratamiento de las noticias hace que la lógica empresarial y la competencia entre los medios haya cambiado completamente la relación entre los periodistas y su entorno profesional.
Afortunadamente la casi totalidad de los periodistas cree en la importancia de una información libre. Pero en la práctica, ¿de qué manera se aplica esto?, ¿de qué manera apegarse al ideal, cuando la empresa puede poner fin a su colaboración o penalizarlo porque no le gusta el trabajo? ¿Hasta dónde se puede ir en la libertad de expresión sin arriesgar el medio de subsistencia? ¿Cómo ser un periodista riguroso, honesto, que respeta a su público cuando el periodista da a conocer una noticia desagradable para la empresa que lo emplea, cuando el patrón, bajo la presión de un accionista, puede a sancionarlo o hacerlo pasar por un incompetente?
El caso por ejemplo de los medios de comunicación especializados en asuntos de salud y medicina, cuyos accionistas principales son las mismas empresas farmacéuticas, revela la vulnerabilidad de la independancia editorial frente a intereses comerciales y/o económicos. Aquella prensa nunca se atrevería a comentar el hecho de que, por razones económicas, las empresas farmacéuticas se negan a comercializar las triterapias en Africa, aunque tal decisión pone en peligro de muerte las milliones de personas infectadas por el virus HIV en este continente.
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