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"Interacción, Espacio y Tiempo en la Red: las Nuevas Fronteras Digitales" (Parte III, de III)

Tatiana Millán // Fuente www. razonypalabra.org.mx

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
El espacio queda supeditado a otros parámetros que si cabe aportan ventajas en la investigación, así vemos que en el espacio convencional “uno de los problemas fundamentales en el estudio de cualquier relación sociocultural y, al mismo tiempo, de los más desatendidos en su verdadera significación antropológica, es el de territorialidad. Su trascendencia radica en que el territorio es el sustrato espacial necesario de toda relación humana, y su problemática estriba en que el hombre nunca accede a ese sustrato directamente, sino a través de una elaboración significativa que en ningún caso está determinada por las supuestas condiciones físicas del territorio” (J.L. García, 1976:13). De otra forma, pero manteniendo el mismo esquema de espacio y tiempo, el profesor Fernández de la Rota (1994:64) llega a decir: “espacio y tiempo son dos campos semánticos en los que se apoya continuamente nuestra recíproca metamorfosis. El mismo reloj es ya una representación del tiempo a través de una analogía espacial. Este tipo de tareas de carácter metafórico las estamos realizando continuamente sin caer en la cuenta, se han convertido en metáforas muertas para nosotros”. Esa misma inquietud y esas mismas dudas las comparte el científico social con toda su comunidad de estudio. Gran parte de las dificultades que encuentra no son muy diferentes a las que encuentra cualquier usuario a la hora de vivir on line. De este modo descubrimos que nuestras propias dificultades metodológicas son, a la vez, un hallazgo muy significativo.

En segundo lugar, es complejo situarse como etnógrafo en la vertiente de un orden claro, teniendo en cuenta que la noción de espacio euclidiano y de tiempo al uso se derrumba. Ni siquiera puede asemejarse con las variedades de tiempo no-lineales o cíclicos que algunos antropólogos han subrayado en los llamados pueblos primitivos y, también en los pueblos pre-modernos. En la Red no existe el día ni la noche, como tampoco existen horarios locales, que tienden a invalidarse cuanto más heterogéneo es el grupo de usuarios. Sin embargo, no sólo el tiempo como variable contextual se vuelve un tanto inasible en la comunicaciones mediadas por ordenador, también lo hace, de alguna forma, en su interior. Desde estos parámetros, si la actividad que se produce en esta forma de comunicación es un flujo difícilmente temporalizable y donde no hay momentos de inicio ni final que sean válidos.
Nos encontramos que cualquier punto en el tiempo es tan significativo como otro cualquiera. Del mismo modo, y con las fronteras físicas/geográficas rotas por el empequeñecimiento del mundo que produce la tecnología, sumadas a la facilidad con que cualquier usuario se mueve de un lado a otro de Internet, frecuentando diversos espacios, incluso de forma simultánea, resulta que también cualquier lugar es tan significativo como otro cualquiera. Ante esta realidad, el etnógrafo del ciberespacio no tiene más remedio que escoger su tiempo/lugar de estudio de forma absolutamente arbitraria. Otra, por tanto, dificultad metodológica de primer orden ( J. Mayans, 2000:5-6).

Viejas y nuevas etnografías, se convierten en dos forma legítimas de hacer etnografía, en el ciberespacio nos encontramos con un espacio hecho de vectores, de conexiones, un mapa de líneas de recepción y comunicación de contenidos, plagados de nudos y grupos pírricos, a través de los cuales cada usuario va creando su propio espacio y su propio itinerario en el ciberespacio. Estamos hablando de usuarios, hombres y mujeres que forjan relaciones en forma de cultura, desapareciendo únicamente el concepto euclidiano de espacio. El Otro y el Tele-Otro se convierten en la misma meta a la que llegar y con las mismas técnicas si sabemos cambiar de contexto, la mirada y el sentido siguen estando como lo específico en un nuevo escenario que recrea el hombre en su mundo previamente. Esta es la naturaleza del ciberspacio, aquí es dónde debemos ir a buscar al Tele-Otro. La etnografía constituye un viejo método de trabajo e investigación perfectamente válido para aproximarnos a las nuevas tecnologías, una vez adaptado a las peculiaridades concretas con las que lo Ciborg nos desafía, desafío que en nada nos aleja del hombre como creador de la cibercultura.

Se nos pide a los “científicos sociales” que preveamos ese futuro en el que el tiempo se haga más grande precisamente al comprimirse el tiempo-espacio; se nos pide que nos dejemos llevar por la inteligencia de hoy a esos lugares sin nombre y sin destino; se nos pide mostrar el rostro que la biología va dibujando en la materia humana; se nos pide que inventemos el futuro precisamente con una nueva troncalidad: un espacio-tiempo de otro grosor.

Conclusiones
“De manera fundamental, el uso de los medios de comunicación transforma la organización espacial y temporal de la vida social, creando nuevas formas de acción e interacción” (Thompson, 1998:17). El presente nos sitúa en unas coordenadas espacio-temporales que deben su sentido a parámetros medidos por una comunidad cultural determinada, bien sean estos en los albores de la humanidad o en este tercer milenio. Precisamente debemos a “nuestra puesta en pie” la evolución posterior como especie sujeta a un espacio con posibilidades de ser recorrido, a un espacio físico que necesitó ser controlado desde una posición de la que nuestros antepasados no tuvieron: el reto era conseguirlo. El hombre en verdadera simbiosis con su cuerpo modifico este, desde las extremidades a su propio cerebro, todo lo demás fue creado y recreado en su nueva inserción como especie emergente. El tiempo biológico conformaba el ritmo de adaptación a lo exterior de él mismo, al espacio abrazado con nuevas manos hasta hacer indisoluble y relativo el espacio-tiempo. En ocasiones los ritmos se explicaron de formas diversas pero todas conscientes de ser misteriosamente inseparables. Hoy sabemos –gracias a Albert Einstein- que estos dos conceptos reales en nuestra mente están tan entrelazados, que sin ellos como soporte no seríamos capaces de ser lo que somos: expresión inteligente de la materia. El uno y el otro –relativamente- dialogan y en ese escenario compartido el hombre emerge con nueva conciencia.

Hoy el entramado espacio-tiempo se adueña –una vez más y como siempre- de nuestra percepción de lo que llamamos real, emergiendo el símbolo de lo real en lo que hemos llamado “virtual”. En ese contexto entonces emerge "un metahombre" que trasciende (Piscitelli, 1998, 85). Es, el único momento de la historia humana que nos confunde el propio suelo que pisamos; anteriormente el abismo de espacio-tiempo se dibujaba a través del misterio de la muerte siempre mitigada por creencias en la continuidad; hoy, decimos, que lo real se nos escapa en la virtualidad de otras realidades que sin llegar a definir nos muestran con claridad ese mismo entramado de tiempo-espacio que antes no cuestionábamos más que con la muerte. Lo virtual lo entrecomillamos para separarlo de lo que creemos como real, sin darnos cuenta que lo uno y lo otro han estado siempre con nosotros, con la única diferencia de parecer lo mismo, precisamente por ser el tronco cimentador la escenografía tiempo-espacio.
"Se producen fenómenos de mundialización de imaginarios (...) valores desterritorializados y a los que corresponden también nuevas figuras de la memoria" (Martín Barbero, 1998: 15). En el escaparate posible de un pequeño ordenador este concepto unificador tiempo-espacio, generan lo llamado realidad virtual, permitida precisamente por cambios en los parámetros que hasta ahora teníamos de estas dos dimensiones en una misma. El espacio prolongado en territorios que a través del tiempo cabria recorrer se contrae al absorber el tiempo –casi prescindiendo de él- y adueñarse de mil posibilidades de hacer. Espacio y tiempo germen del hombre en el actuar se aminoran hasta casi desaparecer cuando el hombre se adentra –gracias a su tecnología construida- en la mente de otros humanos al comunicarse y comunicarse. ¿Cómo seremos después? ¿Cómo seremos si de prolongarnos ante este nuevo artilugio que parece tragarse el tiempo-espacio? ¿Cómo somos ya?. "Cada cuerpo individual se convierte en parte receptora de un inmenso hipercuerpo híbrido y mundializado." (Levy, 1999; 30).

Nos hicimos hombres como especie al emerger erguidos frente a las sabanas africanas, desde ahí cobró sentido más de un millón de años descubriendo el territorio y forjando el tiempo histórico en los últimos 10.000 años. Será en el presente en lo que se ha venido en llamar la “revolución del ciborg”, la tercera gran revolución que ha tenido la humanidad, en donde las dimensiones troncales del existir –tiempo y espacio- modificaran, al igual que lo hicieron en el comienzo, al ser humano. Lo ciborg –hombre y máquina a la vez- será el engranaje básico a tener en cuenta desde la dimensión de la nueva cultura por hacer.

Theilar de Chardin, nos aportó, en la década de los cincuenta, el concepto “noosfera”, siendo éste un entramado de inteligencia que poblando la atmósfera interior estaría compuesta de toda la inteligencia humana como suma de las inteligencias individuales. Así nacería una superinteligencia que regiría el destino de los hombres; inteligencia que en el pensamiento de este autor es evolución de la propia materia. En el tiempo del tercer milenio volvemos la vista a la creación de la inteligencia compartida en la posibilidad técnica que nos permite ya las comunicaciones mediadas por ordenador: la Red. Es posible físicamente –desde lo no físico, o desde la escasez de materia que representa las pulsaciones digitales- la conexión en breve espacio de tiempo con otros humanos en territorios lejanos; tiempo y espacio contraídos en la creación social. Creación que es intercambio de hombres con hombres, de máquinas con máquinas.

El conocimiento generado por la inteligencia humana y expresado en forma de tecnología, nos conduce a cambios sustantivos. Cabe pensar que la inteligencia humana ganará en complejidad de forma exponencial y esto posibilitará artefactos más refinados que a su vez nos revertirán en formas de hacer y de ser. Los autores que se ocupan hoy del ciberespacio han abordado el tema del cuerpo tomando en cuenta la dimensión de traslación, posibilitado por las nuevas tecnologías de comunicación (Stone, 1991; Turkle, 1995; Levy, 1999; De Kerckhove, 1995 y 1997). El agrandamiento del cerebro ha sido –y previsiblemente seguirá siendo- uno de las modificaciones biológicas que a lo largo del tiempo nos ha hecho seres humanos. La visión global de los retos con los que tendrá que enfrentar nuestra especie será mantenido por muchos, democratizando tanto los problemas como las soluciones a los mismos.

La especie humana tiene la capacidad técnica de afrontar el futuro comprendiendo que la noosfera global ha de ser la suma exponencial de cada uno de los componentes de la misma. Se forjaran identidades específicas desde las posibilidades de la Red, a la vez que los valores nucleares de la convivencia serán más comunes que nunca. No es posible que sea de otra forma, el individualismo atrincherado en el yo no tiene sentido en un espacio-tiempo condensado e infinito; la inteligencia albergará necesidades de hermandad humana como soporte a la trilogía espacio-tiempo-hombre en humanidad, lo contrario parece pensamiento del pasado, espacio-tiempo en la amplitud de la sabana: enemigos a conquistar. La nueva dimensión une a las personas, cimenta las inteligencias en necesidad mutua y específica, haciendo del futuro un lugar más común, más posible en la creación compartida y uniforme a la vez que específica y única en sí misma. Esperanza, por tanto, por el salto evolutivo que representan los nuevos tiempos.
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