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Periodismo a la deriva (Parte III, de IV)

Paloma Díaz Sotero // Fuente: www. saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Aclarada la idea de que el periodista no trabaja para los ciudadanos, sino para el poder político y para salvar su pellejo en el juego entre políticos y ciudadanos, debemos reseñar para quién más trabajan los periodistas.
¿Un medio de información es un espacio para la publicidad? Sí. Si los anunciantes no financian el periódico, el periódico no sale. Tanto dinero en publicidad, tantas páginas para rellenar. Cuesta creer que esto ocurre con esa frialdad matemática, pero así es.

Hace tiempo que los teóricos de la comunicación se preguntan irónicamente si los periódicos venden noticias a los lectores o lectores a los anunciantes. Dudo que el periodista trabaje para Telefónica o El Corte Inglés, pero su trabajo depende directamente de ellos. Tal vez, los jefes de sección encarnen ese prototipo de “periodista total” ocupado de lo que escribe y de quien lo paga, es decir, de la redacción y de la gestión. Pero dudo que los redactores “de base” se paren a pensarlo. Aun así, éstos ajustan el resultado de su trabajo al molde perfecto en el que el sistema publicitario parece rígidamente encasillarlos.

El problema no es la realidad que reflejen los medios, sino que lo que reflejen se percibe como la realidad. Como ya he dicho anteriormente, los medios sólo informan y apenas ayudan a entender la información. Informan de lo diferente, de lo que destaca sobre lo normal, y lo destacan como distinto, como desviado. Luego, resulta imposible ser normalizado. Con esta conducta, contribuyen a conservar el sistema.

El periódico, el telediario, el informativo de radio se llenan de noticias, pero las noticias se hacen rápidamente con el único objeto, al fin y al cabo, de cubrir un hueco en un rompecabezas por el que pagan al día siguiente decenas de miles de personas y decenas de anunciantes. La consecución de noticias que no profundizan en nada, que sólo ponen en escena unos actores, un tiempo y un lugar, requiere una actividad intelectual mínima. La rapidez del montaje favorece la ausencia de interrogantes sobre lo que acontece.
Se facilita la manipulación. Por eso, la fórmula no se cambia. Por eso y porque resulta rentable. Un redactor que edita tres noticias al día con un poco de aquí y otro poco de allá es mucho más rentable que uno que elabore dos reportajes bien armados a la semana.

Se echa en falta que los medios den relevancia, por un lado, a lo normal, a lo cotidiano, y por otro, a la evolución, a las tendencias a largo plazo. Dar una oportunidad al periodismo de precisión (Meyer, ed.1993; Dader, 1997) en los medios de comunicación, igual que a otros tipos de periodismo, nos ayudaría a entender las cosas que pasan, a mirarnos en el espejo y reconocernos, a ser conscientes de la realidad en la que vivimos.

Realidad parcial

Y los medios representan trocitos de realidad sin preocuparse; es más, aprovechándose de que la masa –consumidora y poco reflexiva– lo adopta como realidad plena.

Por ejemplo, ¿qué porción de realidad política puede quedar reflejada en un par de cortes de voz de 15 segundos cada uno, entresacados del discurso del líder de la oposición? ¿Qué porción de realidad son las seis citas entrecomilladas del presidente del gobierno en su comparecencia en el Congreso de los Diputados?
Desde el principio, la noticia, por su formato, es engañosa. Nunca puede presumir de ser el fiel reflejo de la realidad que cuenta. Es una síntesis y ese concepto de síntesis habría que enseñárselo a los ciudadanos. Deberían ser conscientes de que lo que ven, leen y oyen es una parte minúscula. Así también serían conscientes del trabajo intelectual de los periodistas.

Traeré a colación una anécdota. La primera vez que hice una conexión radiofónica en directo fue totalmente improvisada. Era mi primer mes de prácticas. Tenía 21 años y aún estudiaba la carrera. “¿Qué queréis?”, pregunté por el teléfono móvil que llevaba. Y, desde el estudio, una voz me dijo: “Cuéntanos lo que ves”. Y yo creí morir. ¿Qué contaba? Veía muchas cosas, pero no podía contarlo todo. Como no sabía qué hacer, conté todo lo que tenía ante mí, pero creo que no reflejé en mis comentarios la verdadera importancia de lo que pasaba. Allí mismo, con 50 simpatizantes de Batasuna gritando “Españoles, fascistas” detrás de mí, y 20 policías nacionales delante, fui consciente de que informar no es tan fácil como hablar.

5. SOLUCIONES

Autocrítica


Desde luego, el panorama que hemos reflejado es desalentador y hasta vergonzoso. Pero hace falta una reflexión aún mayor sobre la profesión para buscar una solución a esta actividad informativa que nos ocupa y que ha dejado de ser periodística en su mayor parte. En mi opinión, el primer paso hacia una solución sería la crítica reflexiva y colectiva, tal y como hemos hecho un grupo de periodistas en el curso de doctorado aludido al principio y que inspira estas páginas.

¿Que le faltaba a este foro constituido en un aula para que pudiera ser de utilidad a la profesión? Pues difusión. Es preciso que los foros periodísticos en los que se debate el rumbo de la profesión sean públicos y gocen de difusión pública, al menos entre los implicados. Y el primer foro público deberían promoverlo las asociaciones profesionales de periodistas. Deberían seguirle las asociaciones de editores, que, como colectivos empresariales, darían así un espaldarazo a la función social de los periodistas y éstos se verían respaldados no sólo como productores asalariados.

Otro de los organismos que debería fomentar ese debate sería un Consejo Nacional Audiovisual, que ni siquiera existe en España, pese a estar presente en buena parte de los Estados de la UE. El PSOE ha luchado en los últimos años por su constitución (volvió a pedirlo a primeros de junio de 2003 en el Congreso), aunque durante sus años de gobierno fue demorando todo lo posible su llegada. El PP, que en sus años de oposición parecía reclamarlo, no parece estar ahora por la labor, pese a las críticas realizadas por el presidente del gobierno contra la “telebasura”. ¿Realmente interesa combatir la “telebasura”?

Puestos a pedir, también pediría un Colegio de Periodistas (en Cataluña existe) que se erigiera como agrupación independiente de profesionales conscientes de serlo, y no como la actual amalgama entre empleados y empresarios existente en España bajo el nombre de “asociaciones de prensa”. El Colegio fijaría unos criterios mínimos para el ejercicio de la profesión y serviría como referente y vigilante. Así tendríamos algo que respetar.

Observatorio de medios

Como dudo que todos estos deseos se materialicen, propongo uno más factible, pero no menos complicado: la creación de un observatorio de medios de comunicación. ¿Dónde? Creo que el lugar más indicado e independiente es la Universidad, aunque tuviera que contar con la colaboración o la financiación de entidades privadas. La Facultad de Ciencias de la Información, por su importancia didáctica, primero, y por relevancia social y prestigio, después, debería impulsar esta iniciativa como lo hacen las facultades de periodismo en las universidades norteamericanas.

Al menos, la Universidad aún se ve como un actor del desarrollo social, cultural y científico de nuestro país. Claro que nuestras Facultades de Comunicación dejan bastante que desear como motor cultural y científico, pero me niego a aceptar que nunca lo serán. Al fin y al cabo, constituyen un área de conocimiento joven entre las Humanidades y las Ciencias Sociales. Si Sociología y Políticas, Medicina, Biología, e Industriales desarrollan investigaciones en colaboración con el CIS o con el CSIC, ¿por qué no Ciencias de la Información aprovechando la relevancia que el concepto “información” ha cobrado en la última década?

Supondría un pequeño gran paso que la Facultad de Ciencias de la Información creara una publicación –con página en Internet– que atendiera los problemas de la profesión y sus medios, y no sólo de las grandes teorías o los trabajos de la investigación científica internacional; que se hiciera eco de todas aquellas críticas y estudios realizados sobre la situación específica de los medios de comunicación del propio país; que comentara el tratamiento de la actualidad en los medios desde una perspectiva a la vez académica y profesional; que fuera un foro abierto para periodistas; y que contara con opiniones de expertos. Al menos, podría suscitar cierta idea de colectividad entre los periodistas al tener un punto de referencia que no fueran los llamados “confidenciales” de Internet y la tertulia del bar de la esquina.

Formación
Si institucionalmente hubiera conciencia de los males que afectan al periodismo actual, del individualismo profesional, de la falta de método, de la pérdida de rumbo, de la ausencia de servicio, surgirían iniciativas para combatir todo eso. Y la reforma empezaría, seguramente, por la propia Facultad o Escuela de Comunicación en la que se desarrollara tal tipo de laboratorio crítico.

Para empezar, y en el caso de la Facultad de la Universidad Complutense en la que viví no hace mucho mi experiencia de estudiante, lo primero, se echa en falta una verdadera asignatura de Ética profesional basada en estándares técnicamente argumentados, –no una simple casuística deontológica constreñida a dilemas de buen comportamiento individual sobre privacidad y confidencialidad–. Se trata de una perspectiva que, como empiezan a mostrar algunos profesores de periodismo como los expertos de la Universidad de Harvard, Bill Kovach y Tom Rosenstiel (2001), conciben la ética profesional como el estudio del “ethos” o ambiente de prácticas operativas de un colectivo, en el que se van decantando una serie de valores y de estándares, no tanto porque sean “buenos” o “malos” conforme a según qué credos ideológicos, religiosos o morales, sino en cuanto que marcan una distancia –y una distinción– entre quienes resuelven con solvencia acreditada para el colectivo las tareas que se supone que distingue a éste del resto de los posibles “aficionados”. Así contribuyen a decantar una propuesta de excelencia ético-profesional. Pero, desde luego, ésta nunca podrá ser didácticamente aceptable si no parte del análisis de la información cotidiana y del trabajo de los medios de comunicación.

Ya sabemos que el periodismo de verdad no se aprende hasta que no se trabaja en un medio, pero los estudiantes de esta carrera deberían licenciarse con una mínima capacidad crítica garantizada; deberían saber bucear en una información y cribarla. Debería haber una asignatura que enseñara eso.

Los medios dan por hecho que un licenciado en periodismo sabe desgranar una información, pero muy pocos saben hacerlo porque pocos leen los periódicos y muy pocos lo hacen con interés periodístico. Los estudiantes creen que tienen que estar al tanto de la actualidad, pero no caen en la cuenta de que es más importante ver la estructura de las noticias, de las páginas y del periódico entero, junto con los contextos que justifican o propenden a ciertos tratamientos. Un buen plan de estudios no debería dejar a merced de la voluntad y suerte de cada estudiante la lectura consciente de periódicos.

Hasta aquí lo que incumbe a los profesionales de la comunicación. Pero el futuro del periodismo no sólo está en sus manos, sino también en manos de los receptores de la información.
* Paloma Díaz Sotero es redactora diario español El Mundo y estudiante del Programa de Doctorado Dpto. Periodismo III de la Facultad de CC. Información de la Universidad Complutense de Madrid. Esta es su primera colaboración para Sala de Prensa
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