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Cuál es el estado de la prensa escrita

Jorge Medina Viedas / Fuente: www. etcetera.com.mx

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
La transición y la alternancia no borraron del todo las conductas tradicionales de algunos medios y de muchos periodistas, ni modificaron cabalmente la conducta de muchos de los políticos. Los años de alternancia han servido para confirmar que es más fácil cambiar a las instituciones y a las leyes, que a los ciudadanos, pero sobre todo, a ciertos políticos capaces de desarrollar hábitos que no se terminan con el cambio de las instituciones. Sin duda, en todos los partidos milita personal que no admite el fin de los modos antiguos de hacer política. Les quedan los reflejos y los tics que devienen de su formación en la cultura del viejo régimen.

Examinado en su posición de gobernante ­no en su liderazgo en el PRD y jefe de movimientos sociales cuyo sello distintivo fue entonces el método de la presión y el chantaje, para decirlo eufemísticamente­, Andrés Manuel López Obrador puede aparecer como el arquetipo del político del viejo régimen, quien toma todas las ventajas del nuevo entorno político de tolerancia y libertad, pero hace un ejercicio cotidiano del poder ignorando los cánones democráticos.

Desde que llegó al gobierno del DF en 2000, López Obrador no ha llevado a cabo una sola reforma con sentido democrático que auspicie la participación de los ciudadanos en la conducción de la ciudad. No sólo eso: las reformas han sido regresiones autoritarias y es fácilmente demostrable que no existe en México, en ningún estado del país, algún órgano legislativo como la Asamblea Legislativa del DF, cuya ciega obediencia y disciplina incondicional al jefe de gobierno, se parezca tanto a los congresos priistas del pasado y a los comités centrales de la extinta URSS.
El mejor ejemplo de esa conducta es la actitud que asumió frente a la conformación del Consejo de Información Pública del Distrito Federal. Contra las orientaciones de la propia Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública, López Obrador impidió políticamente su funcionamiento con su rodillo perredista en la Asamblea; bloqueó administrativamente la organización del consejo; con la complicidad de los medios afines se burló públicamente de los funcionarios electos, y elevó a nivel de controversia constitucional el funcionamiento del consejo.

Malos y buenos y si tienen tele

Tiene lógica que a una forma de gobierno autoritaria como la que se ha impuesto en la ciudad capital, corresponda una estrategia de comunicación manipuladora. El jefe de gobierno ha logrado establecer una agenda política beligerante basada en la trivialización del debate político. Con relativo éxito, ha intentado construir en el imaginario colectivo, a lo largo de casi tres años de comparecer casi diariamente en los medios, la idea un mundo donde hay dos campos, uno habitado por los buenos y otro por los malos, en el que él, AMLO, representa a los primeros en calidad de redentor del pueblo, que es la expresión colectiva de ese campo y víctima ineluctable del "complot" sistemático organizado por los malos; en este campo, en el de los enemigos del pueblo en el sentido leninista, figuran un elenco variopinto política e ideológicamente, a los cuales selecciona para el linchamiento y el escarnio público cada vez que la ocasión lo exige, y son ellos, y en ese extenso campo plagados de enemigos, donde se diseñan los "complots".

Los "pirruris" del PAN, la "mafia" del PRI, "el innombrable", entre otros, son los autores de los "complots" y los "enemigos del proyecto", un proyecto que él también encarna retóricamente, el cual no tiene señas de identidad ideológica clara, salvo algunos referentes demagógicos contra la corrupción. No hay definiciones contra el neoliberalismo ni contra los principales beneficiarios del modelo económico, los empresarios, para los que sostiene un discurso privado de conciliación y un discurso público de amenaza latente a sus intereses.

Populista como es, enemigo de la modernidad económica, López Obrador no rechaza el uso de la imagen y del marketing. Al contrario. Más bien en su comparencia mañanera ante los medios electrónicos, principalmente, radica el núcleo duro de la estrategia de comunicación de su proyecto político personal, que es llegar a la Presidencia de la República. Es innegable que su posición en las preferencias electorales de los ciudadanos, según las encuestas, se debe a los medios. La construcción de los segundos pisos o los publicitados programas de ayuda a los pobres, frente a los abusos que él como gobernante ha cometido, la colosal corrupción de sus funcionarios y la inseguridad que prevalece en la ciudad de México, son logros tan insignificantes y limitados que si se pusieran en una balanza, López Obrador no gozaría los niveles de popularidad actuales. ¿Qué pasa entonces? Los medios, y en especial la televisión, han construido el andamiaje de un político popular y con notables posibilidades de sustituir a Vicente Fox.

La televisión, en la doble actitud frente a López Obrador de mostrar y replicar durante casi tres años su imagen, demostró su enorme capacidad para ayudar a la construcción de una figura mítica que lo llevó a lo más alto en las encuestas; pero al mismo tiempo, la televisión, al revelar las imágenes in fraganti de los perredistas en la molicie de la corrupción, demostró su patética ineficacia en la formación de opiniones sólidas entre los ciudadanos, cuando, a pesar de las repetidas y grotescas, como en realidad lo fueron las imágenes de Bejarano e Ímaz recibiendo dinero, no han podido desmontar la figura nacida de la superficialidad de la imagen misma que la propia televisión construyó.

Esto confirma que "una imagen tiene mucha mayor pobreza informativa de lo que puede pensarse". En efecto, las estampas truculentas de los políticos perredistas en la cueva del Alí Baba de los empresarios, causaron un impacto tremendo en la opinión pública. El escándalo sacudió al país durante casi 45 días y siguen siendo motivo de interés, pero no es muy claro que haya tomado conciencia del significado verdadero de estos vergonzosos hechos.

Lo que ha funcionado con los videos de Ahumada y los perredistas es el mundo de la ficción que crea la televisión. Sobre esa superficialidad de las imágenes, de la brizna informativa que han traído el portafolio, la risa cínica de Ímaz, los paquetes de billetes verdes, política y jurídicamente no ha pasado prácticamente nada. Cuando digo "nada", me refiero a los verdaderos culpables. El secretario de Finanzas del gobierno capitalino, Gustavo Ponce, sigue en libertad; Bejarano vive un proceso de "renovación espiritual" y sigue siendo líder capitalino de una formación de izquierda y no ha sido desaforado; Ímaz está libre; Rosario Robles es como un alma en pena pero sigue vistiendo bien, de marca, es decir, en el mundo real nada ha cambiado para AMLO ni para el PRD, partido que ahora va por la vida como si el resto de los mexicanos hubieran cometido la fechoría y ellos fueran los fiscales de la moral pública.

Todas esas paradojas han sido descubiertas por quienes no se tragan el anzuelo manipulador del gobierno de la ciudad, y podría pensarse que muchos de ellos probablemente ya le hayan perdido la confianza a López Obrador. Pero es como dice Wolton, citado extensamente en el conocido ensayo de Alejandro Muñoz-Alonso, el cual me ha servido para esta nota, que a pesar de que estos políticos a la larga suelen perder con sus fanfarronadas y por el uso excesivo de los medios, "habría que preguntarse si no hay otros muchos (políticos) que se mantienen incombustibles en la cresta de la ola de la popularidad durante mucho tiempo y gracias a un hábil manejo de las técnicas y triquiñuelas de comunicación y a la complicidad de ciertos medios". López Obrador es la prueba de que en México unos y otros aún existen.
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