¿Periodismo digital o ciberhistoria?

Probablemente cuando en 4002 cuenten la historia de 2004, será el evanescente discurso de los medios el que testimonie lo ocurrido. Pocas veces se mencionan las fuertes semejanzas que existen entre historiadores y periodistas. Estos últimos, en verdad, podrían denominarse “historiadores del presente”, o mejor “narradores de los grandes y pequeños acontecimientos del día a día”.


Lo cierto es que en la narración multimedial estas posibilidades se conjugan en un todo que, a su vez adquiere nueva significación, la síntesis equilibrada entre dispersión y conjunción constituiría uno de los desafíos más grandes.
¿Y antes?
De pronto creemos que la humanidad debe empezar de cero cuando se descubren nuevas posibilidades comunicativas. Y no es así. La juntura imagen-palabra, como sabemos, va mucho más atrás que la infografía.

Quizás un ejemplo clave sea el de los relatos religiosos medievales. Un retablo del siglo XI en una iglesia (ver figura) contaba partes fundamentales de la Biblia y al mismo tiempo en su diseño dejaba claras las jerarquías desde Dios hasta los mortales pecadores.


Marco Polo y otros viajeros incansables describieron con palabras e hicieron dibujos de flores, plantas y mapas de lugares. Vale recordar como cronista al veneciano Antonio Pigafetta, quien acompañó a Magallanes y fue el primer narrador de un viaje alrededor del mundo en el siglo XV. Describió, también por primera vez, a unos seres humanos gigantescos para su gusto que llamaron “patagones”*.

La importancia de estas crónicas no reside sólo en lo descubierto sino en el modo como se las ingeniaban para contar a un público “nuevo”, y no habituado a la escritura, temas desconocidos. Tenían que ser breves, precisos. Hacían comparaciones con lo conocido y sabían que el lector no aguantaría más que el tiempo de lectura de una carta.

La extensión de la alfabetización, por supuesto, cambió mucho estas disposiciones. Pero ello implicó transformaciones en la tecnología de base: pasar del libro pesado, monumental y fijo en el atril a productos de la industria cultural maleables y hasta de bolsillo. La historia del libro da certero testimonio de estas transformaciones, y ni hablar de lo que las revistas retomaron de toda esa historia.

Al parecer, aún a la ciber información le faltaría bastante en este sentido. La pantalla - grande o “de bolsillo”- no tolera ser mirada fijo mucho tiempo. Gran cantidad de gente hoy -como sabemos- “imprime” el medio digital que está dispuesto a leer y recorrer. Los formatos estándar de pantalla rectangular y fija seguramente van a cambiar no sólo en el nivel experimental como hoy ocurre sino para uso doméstico y masivo. Van a ir tomando quizás cada vez más proximidad con la necesidad y el cuerpo humanos. Y, si bien, no es augurable la muerte de la escritura, el ciber audiovisual acapara cada vez más atención.






En este sentido nuestra tarea periodística de “ciber historiadores del presente” encierra enormes desafíos: saber de diseño informativo, como decía, pero mucho más hoy incluye el saber hacer con desarrollos multimediales, reconocer que imagen, palabra, video, audio, configuran conjuntos estéticos. Saber, por ejemplo, que la comunicabilidad no consiste en abarrotar sino en captar una lógica distributiva de conjuntos espacio temporales nueva, y hasta poco tematizada.

Como le ocurría a Pigafetta, él contaba según el acervo de saberes que conocía, también el periodismo suele remitir -aunque se usen nuevos formatos- a prácticas que se tienen en la memoria a partir de rutinas periodísticas bajo otros soportes, como cuando la televisión, con cámara fija, reproducía el teatro en pantalla.

Doble o triple desafío queda entonces: reconocer y profundizar el estudio y posibilidades de lo nuevo tanto desde sus estéticas como en la dimensión ética, tener la oportunidad de “saber hacer” sin la excesiva coacción de formatos estandarizados, jerarquizar con calidad la información ciber , y después saber que lo emitido adquiere autonomía interpretativa y vuelo propios más allá de los deseos e intenciones de los emisores.