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Medio Muerto

Medio Muerto

Sergio Rego Monteiro / Fuente: www.revista-ideasonline.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Mi nombre es curiosidad. Soy el tipo de persona que se pierde irremediablemente entre puertas entreabiertas y callecitas serpenteantes de antiguos pueblitos que nos enseñan sobre la vida en las ciudades en siglos anteriores. A menudo me visto en jeans y zapatos cómodos y salgo de mi hotel, en París, a las nueve de la mañana, para volver recién a las nueve de la noche, después de haber caminado sin rumbo calle arriba y calle abajo la Rive Gauche y la Rive Droite sin buscar nada y buscándolo todo.
He vagado por las calles de Oslo, durante horas interminables, tratando de respirar la cultura local y observando a la gente caminar, con la misma curiosidad que me lleva al Met, o al Museo de Ciencias Naturales de Nueva York y a sus increíbles colecciones. Una vez caminé desde la Calle Canal, en el Barrio Chino, en Manhattan, hasta la Calle 64 – una distancia de unas 70 cuadras.
Me gusta estudiar a los seres humanos con el espíritu de un investigador. Me gusta comparar distintos tipos de grupos humanos y nuestras reacciones a otros seres humanos. En materia de saludos personales, por ejemplo, hay una amplia variedad – desde los norteamericanos rígidos como postes cuando uno los toca, pasando por los italianos, que por poco se le sientan a uno en la falda cuando se los vuelve a encontrar (dicho sea de paso, los brasileños también somos así). A algunas tribus del hemisferio norte, en las que una palmada cariñosa en la espalda se puede interpretar como una violación del espacio personal; en tanto que en el hemisferio sur, la misma palmada se acepta como un saludo muy común, que demuestra afecto con una lenguaje corporal solo un poco más que amistoso.
Todo esto viene a cuento para decir que me gustan los temas de comunicación e investigación – en los medios de comunicación, en el reportaje de investigación o simplemente cuando me pasa que llego a algún lugar en el que hay un grupo humano en el cual no conozco a nadie y de repente hago varios nuevos conocidos y potenciales amigos.
Basado en este principio y con esta característica personal que he adquirido ya de grande (crease o no, de joven yo fui tímido), no pude resistir la invitación de mi esposa, que trabaja como terapeuta familiar y de grupo, a participar de un nuevo tipo de experiencia. Era un sábado gris en Río y la invitación era para participar de una sesión de grupo de algo denominado “Constelación Familiar”. En mi diccionario, el término “constelación” estaba circunscrito a las estrellas.
La curiosa conjugación actuó como un imán y despertó mi curiosidad. Esta era una nueva sub-tribu y una oportunidad de estudiar la comunicación y como podría funcionar en un proceso completamente nuevo.
Tanto Vera como yo llegamos con ese interrogante en mente.
Se trataba de un departamento de clase media, en una coqueta zona de Río de Janeiro, y fuimos llevados a una pequeña habitación donde la gente estaba sentada en el suelo y aparentemente no se conocía entre sí. Luego de pocos minutos, llegó la psicóloga y nos explicó el caso del día. Una de las participantes, que fue debidamente presentada al grupo, tenía tendencias suicidas, estaba descontenta con su vida, y no podía entender su depresión. La psicóloga explicó brevemente el caso clínico e invitó a la mujer, que tendría probablemente 40 años, a ir al centro de la habitación. El paso siguiente fue que ella eligiera cuatro personas, de la pequeña audiencia apretada contra la pared, como ejemplares representativos de los miembros de su familia – su padre ya fallecido, su madre y sus dos hermanas. Curioso…
Mi primera sorpresa fue que mi esposa fuera elegida para actuar como la madre imaginaria. Dos jóvenes fueron elegidas como hermanas, y luego, para mi absoluto terror, yo fui elegido como el padre fallecido. Se suponía que yo estaba muerto y debía hacer de muerto -- yaciendo sobre el suelo, en el medio de la habitación, estirado como un cadáver. No podía abrir los ojos, moverme o hablar – después de todo, eso es lo que hace un hombre muerto….
Empezó la sesión. Comprendí que estábamos ahí para representar herramientas que la joven mujer pudiera usar para recrear su situación familiar, en un entorno altamente emotivo. La terapeuta empezó a plantear cuestiones y a interactuar con los actores (excepto conmigo, porque los muertos no interactúan), conduciendo a la comprensión del escenario en el cual se había desarrollado el estado de infelicidad de la paciente. De rato en rato yo escuchaba que hablaban de mí como de un padre con muy pocas aptitudes para la tarea de padre. Tenía que quedarme ahí quieto, sin poder responder a las “acusaciones”. No podía pestañear, sonreír ni siquiera rascarme la punta de la nariz, que me estaba volviendo loco. Escuché llantos convulsivos, gritos de lamento y conversaciones en voz baja, que no podía entender. De cualquier manera, la gente muerta no entiende nada. Durante una hora entera estuve ahí, con mi curiosidad frustrada porque no podía ser un observador de lo que estaba pasando a mj alrededor. Al finalizar la sesión de tratamiento, las “hermanas” y la “madre” se abrazaron. El “muerto”, que había permanecido ignorado hasta ese momento, fue invitado a ponerse de pie y hubo cierta admiración en la mirada de todos por su inútil (al menos para mí) actuación.
A esa sesión le siguió una segunda sesión, pero nosotros nos negamos a participar, preocupados por posibles nuevas tareas de actuación aún más difícil. Partimos del departamento en silencio, pensando.
¿Qué tiene todo esto que ver con los periódicos? Nada, si yo no hubiera descubierto después de una búsqueda en Google, que esta actividad no es oriunda de Latinoamérica que disfruta de una cosa tipo vudú con muñecas y alfileres. La Constelación Familiar es en realidad una alternativa de la terapia tradicional y la teoría se basa principalmente en descripciones del carácter, personalidad y en la dinámica interpersonal. Usando un formato diferente, esta técnica en la que ahora tengo una experiencia directa cree en la investigación de lo sucedido en las vidas de los miembros de la familia o en las generaciones pasadas y cualquier acontecimiento traumático que pueda haber influido en el paciente, lo que significa que apunta a investigar los hechos que puedan moldear los traumas del momento actual.
El creador de la teoría, Bert Hellinger, es considerado por muchos como el psicoterapeuta más innovador y desprejuiciado de Europa. Descripto como el último de los empíricos, Hellinger reconoce varias influencias importantes en su vida y en su obra: sus padres, cuya fe lo inmunizó contra la aceptación del Nacionalsocialismo de Hitler; sus veinte años como sacerdote, en particular como misionero entre los zulúes; y su participación en la capacitación interracial, ecuménica, en dinámica de grupos conducida por la clerecía anglicana.
Como espejos de las comunidades, llenos de pedazos y retacitos de nuestras vidas, todos los periódicos que había consumido hasta ese momento ignoraban este movimiento. Obstinado y compulsivo que soy en mi propia curiosidad, de repente comprendí cuán ignorante soy.
Lo que no es ninguna novedad, dicho sea de paso.
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