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Plagas en los reportajes (Parte II de III)

Plagas en los reportajes (Parte II de III)

Por Marcelo Beraba/ Fuente: www.investigacion.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
La explosión de denuncias políticas en la prensa ocurrió por primera vez durante el gobierno de Fernando Collor de Mello, en 1992, cuando ya estaba siendo investigado por el Congreso. Vale la pena recordar la relación de los periódicos con Collor para entender mejor lo que aconteció en el año del impeachment. Prácticamente todos los periódicos apoyaron a Collor en 1989 en la disputa contra Luiz Inácio Lula da Silva por la Presidencia. Este apoyo ocurrió explícitamente por parte de la sección editorial de los diarios, e implícitamente en la cobertura periodística. Pocos periódicos estaban dispuestos a investigar las vidas de los candidatos de aquella primera elección presidencial directa desde 1960.
El proceso de impeachment de Collor no fue desencadenado por ningún reportaje, sino por una entrevista de la revista Veja con el hermano del presidente. Hasta entonces, pocos reportajes realmente relevantes habían sido hechos por periódicos o revistas investigando al gobierno de Collor y a su entorno. A partir de la instalación de la Comisión Parlamentaria de Investigación (cpi) y del debilitamiento del presidente, y estimulados por un clima de creciente competencia empresarial, los mismos periódicos y revistas que habían apoyado a Collor, incluso de forma servil, encontraron el valor para publicar reportajes con denuncias.
El caso Collor fue un hito para el periodismo brasileño por tres razones. En primer lugar, porque los lectores identificaron a los pe-riódicos y a los semanarios como el principal instrumento para cuestionar un gobierno inmoral. Esta sintonía con una sociedad nuevamente frustrada por el juego político trajo para los periódicos y revistas simpatía y credibilidad, tal como aconteciera en 1984 durante la campaña de las Diretas Já.
El segundo indicador de importancia en el caso Collor fue que algunos periodistas percibieron claramente los límites de su trabajo. ¿Cuáles son las armas de los periodistas en este tipo de investigación? Registros de propiedad, juntas comerciales, informaciones off the re-cord de antiguos aliados transformados en enemigos, bancos de datos, informaciones anónimas. Son instrumentos indispensables, pero con frecuencia insuficientes para conseguir pruebas definitivas de actos criminales, principalmente de corrupción.
El juego cambió cuando el cpi inició sus actividades. Fue como si durante una guerra convencional una de las partes recibiera ayuda de una potencia nuclear dispuesta a usar sus ojivas sobre el enemigo. La ruptura de los secretos bancario, telefónico o fiscal es prerrogativa del Poder Judicial y de la cpi (y afortunadamente inaccesible para la prensa), y equivale al uso simultáneo de varias bombas atómicas. Así, la prensa y la sociedad tenían entonces lo que hizo falta en 1981 durante las investigaciones de Riocentro y otros atentados.
La tercera razón que marca la importancia del caso Collor en la historia de la prensa brasileña son los abusos cometidos por periódicos y revistas. Dependientes de la cpi, de donde realmente salían las informaciones relevantes, los periodistas sucumbían frecuentemente al juego de intereses de esos parlamentarios. El ansia por obtener re-velaciones exclusivas dejó de lado a los procedimientos de control indispensables en cualquier reportaje.
Muchos periódicos intentaron ir más allá de las noticias origina-das en la cpi y enviaron a sus tropas de choque a hacer investigacio-nes paralelas. Se hicieron numerosos reportajes importantes al margen de la Comisión y siguiendo las normas periodísticas. Sin embargo, lo que predominó fueron los reportajes mal investigados, incompletos, incomprensibles y, muchas veces, superficiales. Todo se valía en la carrera por la competencia y la hora de cierre.
Los reportajes de denuncia no siempre son reportajes de investigación, en el sentido de partir de una indagación independiente, se-ria y crítica. Muchas veces se trata tan solo de la publicación tal cual de expedientes anónimos y de declaraciones parciales. Durante la época del Collorgate cualquier reportaje era calificado de investigativo. ¿Por qué?
El periodo del impeachment coincidió con la necesidad de ganar credibilidad por parte de varios periódicos que ya habían iniciado su proceso de modernización (industrial, comercial, tecnológica, editorial). Esos periódicos pensaron que la ruta más corta era la denuncia que los haría parecer independientes y valientes. Así, los reportajes de denuncia se hicieron fundamentales para sus nuevos planes de merca-dotecnia; se juntaron el hambre y las ganas de comer. El ímpetu denun-cista se repitió el año siguiente, con la cobertura de la cpi del Presu-puesto que investigó la corrupción dentro del propio Congreso.
La competencia por la exclusiva relajó los procedimientos de control y afectó la calidad. Los periódicos no se daban tiempo para hacer indagaciones cuidadosas por miedo a perder el liderazgo en la cobertura, liderazgo que presumían sería asumido por el periódico que diera más exclusivas sensacionalistas y no por el que impusiera un patrón de calidad a sus información.
Claro que visto así, lejos de las presiones del cierre y de la competencia, todo ello parece sencillo y obvio. No lo fue, no lo es y difícilmente lo será. Ya había ocurrido antes, ocurrió con el Collorgate y ha ocurrido varias veces desde entonces. El resultado de esas desviaciones es el desperdicio de grandes asuntos mal cubiertos, y no me refiero tan solo al caso Collor y a la pérdida de credibilidad sino también a la absolución de criminales por falta de pruebas ya que, tal como la prensa, la policía y el Ministerio Público indagan mal y con frecuencia se basan en reportes mal investigados.
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