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La deontología periodística frente a los cambios técnicos y la globalización (Parte II de III)

Por Guy Riboreau/ Fuente: www.saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Para superar el problema de la independencia respecto de sus accionistas, el ejemplo del diario francés Libération puede ser interesante. Ahí, ninguno de los accionistas es mayoritario pero el accionista que tiene el peso más grande es el grupo de periodistas que obtuvo un verdadero poder financiero. Además, otras empresas de prensa van a tomar una participación en el grupo Libération como, por ejemplo el diario El Mundo de España. Sin embargo el 20% de las acciones son propiedad de una sociedad de capital riesgo británica… pero los periodistas afirman que aquella sociedad siempre se comprometió a la independencia de los medios de comunicación. Diversificando y seleccionando sus accionistas, Libération quiere mantenerse en el camino de la independencia financiera.
Al peso del accionista se suma el del concepto de marketing. Atraer hacia los medios de comunicación concernidos el mayor número de lectores, radioescuchas y telespectadores.
La dictadura del rating y de los sondeos se han convertido para los medios (para las televisoras todavía más que para las radios y los periódicos) en algo insoportable. Los informativos televisados se han visto transformados en fábricas de emoción, en detrimento del rigor periodístico. Pero la radio no escapa totalmente a esta tendencia con títulos escalofriantes o un lugar demasiado importante en la antena para el deporte o sucesos sin ningún interés. Esto lleva a cuestionarse sobre las desviaciones del periodismo.
Como decíamos anteriormente, la información es considerada como un producto mercantil que se rige bajo las leyes de la oferta y la demanda. Esta forma de actuar por parte de los medios no es nada nueva, pero toma hoy un carácter sistemático, y raros son los que no entran al peligroso juego.
Además de la lógica de empresas que pesa en la acción periodística, la confusión entre información y comunicación se ha convertido en uno de los más graves problemas de las sociedades industrializadas. ¿Qué institución no tiene hoy en día un director de comunicación encargado de promover la imagen de la empresa, la imagen de sus productos o servicios?, ¿Qué redacción no recibe mensajes de todo tipo: comunicados, dossier de prensa, invitaciones a una conferencia, cocktail, viajes, o incluso más?
El periodista debe saber guardar su distancia respecto al trabajo, y rechazar obsequios importantes, que viniendo de alguna empresa o institución puedan comprometerlo. De aceptar ese juego (consciente o inconscientemente) después le sería muy difícil convertirse en el contrapoder que necesita una democracia.
Creo que la independencia editorial de los periodistas pasa primero por la independencia financiera. Es importante que el periodista pueda vivir decentemente de su profesión; que no se vea obligado a ejercer varias profesiones al mismo tiempo para cubrir sus necesidades. En muchos países, incluidos evidentemente los de América Latina, los periodistas tienen dos o tres trabajos. Eso, creo yo, es contrario a la búsqueda de una independencia editorial.
La independencia del periodista pasa también por las leyes, la reglementación que rige la profesión. ¿El contexto político es el de una dictadura o el de una democracia? El margen de maniobra del periodista puede ser nulo o por el contrario considerable, al punto de constituirse él mismo en poder. Puede estar obligado al exilio para escapar a la persecución, incluso a la muerte; o al contrario, beneficiarse de garantías constitucionales y de un estatus que legitime y defienda su libertad de expresión.
La profesión puede disponer o no de sindicatos poderosos que defiendan bien el papel del periodista.
La libertad de prensa, oficialmente proclamada y teóricamente reconocida por la mayoría de los Estados, es sin embargo un principio respetado en muy pocos países. Si bien es cierto que las violaciones más graves son cometidas en países dictatoriales, también es cierto que los llamados "democráticos" no escapan a la crítica. Así tenemos por ejemplo, intimidaciones de diversa índole en diversos países europeos como en otras partes del mundo. Los responsables regularmente son grupos de presión ligados a partidos políticos, movimientos independentistas e incluso funcionarios gubernamentales que no aprecian el hecho que la prensa se interese de cerca en sus pequeños asuntos o grandes estafas. Como vemos, las empresas mafiosas no son las únicas en querer hacer callar a la prensa.
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