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En defensa del derecho a la información (I)

Por Javier Darío Restrepo Fuente: www.saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
En la primera página del periódico aparecía, dominando las demás noticias, la foto a todo color de un adolescente, ganador de un campeonato mundial de patinaje. Destacaban su hazaña, además, el titular de cuatro columnas y el texto de introducción que remitía a las páginas interiores. Al pie de la página, al lado de un bloque de avisos comerciales y como si estuviera tímidamente infiltrada en un territorio ajeno, aparecía otra noticia: el triunfo de dos científicos, premiados en un concurso nacional. Los dos son de la región, lo mismo que el chico de los patines, losd e ellos son hallazgos científicos de amplia proyección de servicio a la sociedad, el del chico era un motivo de orgullo para la región que podría jactarse del título mundial de uno de los suyos.
Pero un lector se mostró insatisfecho y anotó en su carta que el periódico le estaba dando más importancia a las hazañas del músculo que a las conquistas de la inteligencia, y rechazaba el mensaje enviado por ésta y otras primeras páginas del periódico, dedicadas a la exaltación del músculo.
En un ejercicio de documentación, el Defensor examinó las primeras páginas de las últimas tres semanas y encontró que entre las 19 primeras páginas examinadas, 13 estaban dominadas por las fotografías y el tema del deporte. Era evidente que tanto los fotógrafos como los editores preferían estas imágenes, más allá de su mensaje, por razones estéticas y de dinámica visual.
El deportista siempre es visto en movimiento y en escenarios multicolores y llenos de vida, razones poderosas para figurar en el espacio privilegiado de una primera página; peroe sta explicación no alcanzaba a ser una justificación, como se reflexionó después cuando la queja del lector se comentó con editores y directivos del periódico.
En el momento de escribir este texto he repetido la encuesta y en 19 ediciones escogidas aleatoriamente encontré que al lector se le había hecho caso. Esta vez el número de primeras páginas dominadas por la imagen y el tema deportivo había descendido a ocho, y en 11 otros temas, incluido el científico, habían centrado la atención de los lectores.
El periódico, a raíz de esta queja, dio un salto cualitativo, sacudió una rutina, renovó conceptos y ofresió a los lectores un producto menos influido por la inercia de loq ue siempre se hace y más obediente a la voluntad de emitir señales concientes y positivas para sus lectores.
Traigo a cuento este episodio, entre muchos que podría utilizar para mostrar la actividad de un Defensor del Lector, porque en éste veo, en primer lugar, la superación del estereotipo de los lectores ofendidos que exigen al periódico, con ayuda del Defensor, la publicación de una rectificación, o el otro lugar común del Defensor constituido como magistrado que, consabiduría salomónica, sentencia sobre las diferencias entre lectores y periodistas. Este lector no pedía anda personal, no esperaba una rectificación o la reparación de un agravio, se preocupaba por el impacto que pudiera ejercer sobre la sociedad la señal que, probablemente sin proponérselo, estaba enviando su periódico. Este lector estaba ejerciendo una función crítica sobre la agenda misma del diario y estaba contribuyendo a cambiarla sin necesidad de amenazar con abogados, con el solo uso de unas consideraciones éticas, y sus críticas eran aceptadas por el periódico como un aporte, que no como una intrusión.
Este tiene que ser el resultado de un proceso de crítica interna, promovido por el Defensor. Contra el estancamiento que propicia la autosatisfacción en que es fácil instalarse cuando se cultiva la idea de que el periódico es mejor que el de la competencia, o que la mdoernización de sus equipos lo pone en ventaja, o que se cuenta con una jugosa pauta publicitaria o con una creciente circulación, contra todos esos argumentos adormecedores, se levanta la crítica de los lectores y el Defensor que, como un acicate o una piedra en el zapato, perturba la autosatisfacción, reta la creatividad y el espíritu de renovación del periódico y lo mantiene despierto y activo.
Esta insurgencia crítica la puede protagonizar el Defensor solitariamente y como resultado de su examen diario del periódico; pero es más importante que la promueva y la enseñe a los lectores dentro de una acción pedagógica orientada a convertir a los lectores pasivos en lectores activos que examinan el periódico con ojo atento, como quien repasa una propiedad particular a la que se quiere mantener sin fallas. Que fue lo que puso en evidencia el lector de mi ejemplo, ante una página en que no había inexactitudes, en que nadie había sido agraviado, ni siquiera la ortografía o la gramática.
La Defensoría del Lector, vista así, es un pasoadelante dentro del ambicioso propósito pedagógico de convertir en realidad viva el derecho de los que reciben, que se conoce como derecho a la información.
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