Opinión

El Miedo a lo Simple

Mario R. García/ Fuente: www. revista-ideasonline.org

Miércoles 22 de octubre de 2014
Tal vez toda creación tenga su génesis en la incertidumbre. En el silencio de la duda. En la angustia de la hoja en blanco. O ahora de la pantalla en blanco. Tal vez en el simple acto de llenar un lienzo, el exceso nos impulse a atiborrarlo. Y comencemos por el camino más simple: el de cargar un diseño de elementos innecesarios. Prescindibles. Sin embargo, los diseños sencillos son los que perduran. Son orgánicos. Difíciles de erosionar. Y el secreto no es nuclear: un buen diseño, en general, aporta confort y felicidad al usuario o lector que es, en definitiva, quien lo consume visualmente. Pero lo simple se condimenta con otros atributos, el orden por ejemplo. Este aunque importante, no es imprescindible. A veces un poco de caos provoca, excita, impulsa a que un lector inteligente quede atrapado en una historia que le interesa, o no. A veces romper las normas habituales usando alguna tipografía poco común para un detalle, usar un color no usual o simplemente jugar con la arquitectura viene bien. Pero para romper las leyes primero hay que conocerlas a fondo y trabajar mucho con ellas. Sólo así podemos tener la esperanza de poder asirnos a determinadas ideas que favorezcan nuestro trabajo como francotiradores visuales. Olvidándonos por un momento del camino elegido para la creación de un diseño, lo simple al final de recorrerlo, siempre termina imponiéndose. La compleja realidad exógena al diseño hace que cuanto menos cosas se interpongan entre el lector y/o usuario, mejor. La investigación y la apuesta constante para lograr piezas más simples y consistentes, hacen que el diseño sea una actitud (donde hay que poner otras cosas en juego además del intelecto y el conocimiento) y no sólo una profesión.