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Un mal momento para el periodismo

Un mal momento para el periodismo

Andrés Oppenheimer/ Fuente: The Miami Herald

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
En la cena anual del Comité para la Protección de Periodistas (CPJ), un evento de gala para recolectar fondos para los periodistas víctimas de la censura en América Latina, Asia y Africa, pasó algo interesante: uno de los países que motivó más preocupación en la audiencia fue Estados Unidos.

Como todos los años, unos 850 ejecutivos y periodistas estrellas de los principales medios de Estados Unidos se dieron cita en el Hotel Waldorf-Astoria de Nueva York la semana pasada para honrar a los reporteros más valientes del mundo. Este año, los ganadores fueron Svetlana Kalinkina, de Bielorusia; Alexis Sinduhije, de Burundi; Aung Pwint y Thaung Tun, de Birmania; y el editor de la edición rusa de la revista Forbes, Paul Klebnikov, asesinado este año en Moscú.

Las empresas periodísticas donaron unos $1.3 millones a la CPJ, y los asistentes aplaudieron con admiración y tristeza a medida que los presentadores contaban las sufridas historias de los periodistas extranjeros que ganaron los premios.

Sin embargo, el aplauso más grande de la noche se lo llevó John Carroll, el director de The Los Angeles Times, cuando tras recibir un premio honorario por su carrera pronunció un discurso sobre las crecientes amenazas al periodismo en Estados Unidos.
Tras su discurso, la mitad de la sala se puso de pie para aplaudirlo, mientras que los demás se quedaron aplaudiendo en sus asientos, quizás temiendo mostrar demasiado entusiasmo ante los presidentes de sus empresas sentados junto a ellos. Fue un extraño momento de incomodidad colectiva.

’’Cada otoño nos damos cita aquí en Nueva York para un evento social, elegante, y a la vez tribal’’, dijo Carroll. ''Es tribal porque escuchamos, como hombres primitivos frente a una fogata, historias (de periodistas extranjeros) que nos inspiran’’.

Pero cada año, a medida que más empresas periodísticas son compradas por corporaciones más grandes, ’’la voz del periodista es cada vez más pequeña dentro de estas organizaciones’’, dijo Carroll. ''Y me temo que, cada año, la brecha entre nosotros y nuestros héroes se hace un poquito más amplia’’.

Carroll advirtió sobre la creciente promiscuidad empresarial, en que las compañías periodísticas están formando parte de conglomerados que producen desde programas de televisión hasta refrigeradoras; la proliferación de nuevos medios que sacrifican el rigor periodístico en aras del rating; y los recientes fallos de tribunales que podrían enviar a la cárcel a periodistas por negarse a divulgar sus fuentes.

Tony Ridder, el presidente de Knight Ridder, la compañía madre de The Miami Herald, dijo a la audiencia que los actuales casos judiciales contra Judith Miller de The New York Times y Matthew Cooper de la revista Time son ''intentos burdos para obstaculizar y evitar la busqueda de la verdad’’.

Se trata de temas escuchados con cada vez más frecuencia en citas de organizaciones pro-libertad de prensa. En los últimos meses, tanto la Relatoría de Prensa de la Organización de Estados Americanos como la Sociedad Inter-Americana de Prensa han manifestado su condena a recientes fallos judiciales y acciones del gobierno que amenazan a la prensa libre.

Entre otras cosas, criticaron las medidas del gobierno del presidente Bush para hacer más difícil a los periodistas extranjeros renovar sus visas en Estados Unidos, y las crecientes limitaciones al acceso del público a tribunales donde se ventilan casos de terrorismo e inmigración. Asimismo, muchos grupos dicen que el gobierno de Estados Unidos está violando el espíritu del Acta de Libertad de Información, al denegar cada vez más solicitudes de información presentadas por periodistas.

No es de extrañar que, en mis viajes por América Latina, me encuentro con mucha gente con educación superior que cree que hay censura gubernamental en Estados Unidos. Gran parte de está creencia se basa en la lamentable cobertura de la guerra de Irak en los medios norteamericanos, y en el hecho que hasta el día de hoy los medios de este país no muestran --por las mismas reglas de pudor que ejercen en el ámbito doméstico, dicen las empresas-- las imágenes de heridos y muertos iraquíes que se ven a diario en las pantallas de televisión del resto del mundo.

Claro que es absurdo comparar a Estados Unidos con Venezuela, donde el congreso controlado por el gobierno acaba de promulgar un proyecto de ley exigiendo que los medios sean ’’socialmente responsables’’, o sea pro-gubernamentales. O con Cuba, donde no se permiten medios de oposición, y 25 periodistas fueron condenados recientemente a penas de hasta 25 años de prisión por delitos como poseer una máquina de escribir no autorizada.

Sin embargo, las amenazas a los medios estadounidenses deberían alarmanos a todos. Y si Bush quiere que Estados Unidos tenga autoridad moral para predicar la democracia y la libertad de prensa en el resto del mundo, debería asumir el liderazgo en la lucha contra estas amenazas, en lugar de alentarlas abierta o tácitamente.
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