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Los códigos éticos no sirven (Parte I, de II)

Hugo Aznar // Fuente: www. saladeprensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
“Los códigos éticos no sirven para nada”. Ésta es la afirmación que se escucha en demasiadas ocasiones en boca de algunos profesionales del periodismo; y a veces también incluso de algunos de los docentes encargados de enseñar la materia de ética periodística a los futuros profesionales de los medios. Quienes afirman esto son precisamente quienes más daño hacen a la posible eficacia de estos documentos éticos, al esparcir el derrotismo y la desconfianza. De manera que si se quiere dar a conocer estos códigos con la expectativa de que realmente puedan contribuir a mejorar los medios, es esencial rebatir dicha opinión, tan frecuente como escasa de miras.

A comienzos de este 2005 aparecerá publicada en el mercado iberoamericano una nueva recopilación de códigos éticos para periodistas y medios de comunicación (H. Aznar: Ética de la comunicación y nuevos retos sociales. Códigos y recomendaciones para los medios. Barcelona, Paidós, 2005). Este libro recoge recomendaciones y pautas éticas propuestas en la última década por diversos colectivos y entidades sociales para mejorar el tratamiento que los medios dan a algunos de los grandes retos sociales actuales, como inmigración y racismo, catástrofes y tragedias humanitarias, conflictos y situaciones de riesgo para los periodistas, imagen y presencia de la mujer en los medios, violencia doméstica contra mujeres, discapacidad y comunicación para el desarrollo.
Estos documentos son fruto de la labor de muchas personas, entidades y organizaciones diferentes (FIP, Reporteros Sin Fronteras, Consejo Audiovisual de Cataluña, Unión de Periodistas Valencianos, IORTV, etc.), por lo que no sólo varía su contenido o el tema que abordan, sino también su tipología o su alcance. Pero todos comparten el objetivo común de poder servir para mejorar el tratamiento informativo de algunas de las cuestiones sociales de mayor actualidad. A poner en práctica estas recomendaciones están especialmente llamados los profesionales que realizan día a día los medios, así como los estudiantes que se preparan para hacerlo el día de mañana. Y para ello es fundamental que reciban y conozcan estos documentos con la expectativa razonable de que realmente aportan pautas útiles y de que ciertamente pueden tener validez y eficacia en su trabajo.

Por ello resulta fundamental, a la hora de dar a conocer tales documentos, el tratar de conjurar esa frase tópica que una y otra vez hemos oído en estas circunstancias: “que los códigos éticos no sirven para nada”. A desmentir esta afirmación dedicamos un apartado del estudio introductorio que acompaña la publicación de estos códigos. Son esas líneas las que adelantamos a continuación con el buen ánimo de contribuir desde ya a la mejor recepción de este tipo de propuestas y a eliminar ese discurso reiterativo que niega cualquier eficacia y utilidad a los códigos éticos del periodismo.

En efecto, conviene detenerse en la afirmación de que “los códigos éticos del periodismo no sirven para nada”, ya que cuando se escucha suele sacarse una conclusión equivocada: puesto que no sirven para nada, entonces no tiene ningún sentido conocerlos, leerlos o discutirlos; de modo que se puede pasar perfectamente sin ellos.

En realidad quienes afirman que los códigos no sirven para nada pueden estar queriendo decir cosas muy distintas que conviene distinguir con cuidado.

Para empezar, están quienes afirman esto porque son los primeros que ignoran olímpicamente este tipo de recomendaciones éticas. Se trata de profesionales que desdeñan totalmente la ética de la comunicación. Obviamente ellos son los primeros interesados en afirmar que los códigos no sirven para nada ya que de este modo contribuyen con sus palabras y con su ejemplo a que efectivamente sigan careciendo de valor y efectividad. Quienes afirman la inutilidad de los códigos por esta ‘razón’ en realidad no están manifestando una opinión, sino defendiendo un interés que se descalifica a sí mismo: el interés suyo de que las cosas no cambien y puedan seguir actuando en un contexto de total impunidad, sin tener que ajustarse a reglas u obligaciones éticas de ningún tipo.
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