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"Interacción, Espacio y Tiempo en la Red: las Nuevas Fronteras Digitales" (Parte I de III)

Tatiana Millán // Fuente: www. razonypalabra.org.mx

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
La revolución de fin de siglo supuso dos factores novedosos, primero venir de la mano de una tecnología de integración en vez de una de sustitución, y el otro es que los nuevos modelos de interconexión conducen por primera vez a la individualización y no a la sociedad de masas. No existe una única verdad, como decía Protágoras "el hombre es la medida de todas las cosas", ya no se imponen otras medidas. Los sistemas binarios prescinden de nociones de verdad y falsedad, desarrollan sus propios modelos. Tampoco podemos oponer unas tecnologías a otras. La clave es la interactividad que llega a producir una “intercreatividad”. Nos movemos de un elemento a otro a través de una red espontánea, de manera informal, donde todos estamos al mismo nivel, sin jerarquía. Somos suministradores y al mismo tiempo consumidores, damos y recibimos. Podemos expresarnos y a la vez inventar o reinventar.

El paso de las tecnologías analógicas a digitales está modificando nuestra forma de afrontar la realidad, nuestra vinculación con el exterior, nuestros modos de percepción y de relación con los demás, porque la “tecnología remite hoy no a unos aparatos sino a nuevos modos de percepción” (Barbero, 2000:1). La gran novedad cultural de la imagen digital radica en que no es una tecnología de la reproducción sino de la producción (Gubern, 1996). Hemos pasado con los nuevos medios de comunicación de realizar una copia de la realidad a traducirla a códigos desvirtuándola de sus características básicas. La imagen digital se torna un simulacro de lo real pero llegando a adquirir una perfección más alta que la de la propia realidad. No se trata "ya de imitación ni de reiteración, incluso ni de parodia, sino de una suplantación de lo real por los signos de lo real" (Baudrillard, 1984: 9-10). Si el postmodernismo se distingue por un incesante afán por inventar nuevas dimensiones de percepción y acción (Baudrillard, 1984), la red es el emblema del nuevo siglo. Se puede decir que hemos construido un nuevo entorno no físico donde habitar y de características más versátiles, los entornos virtuales.
Algunos teóricos desmienten la objetividad de estos espacios, que no son más que "entornos sintéticos en un tiempo real y que se erigen en una realidad ilusoria (de illudere = engañar)" (Gubern, 1996:156), porque no tienen un referente material más que el propio hombre y sus espacios imaginarios. Un "paradójico lugar y un espacio sin extensión, un espacio figurativo inmaterial, un espacio mental iconizado esterescópicamente que permite el efecto de penetración ilusoria en un territorio infográfico para vivir dentro de una imagen sin tener impresión de que se está dentro de la imagen y viajar así en la inmovilidad" (Gubern, 1996:1). Se habla de la pérdida de realidad, del "empobrecimiento de la experiencia humana o de la desrealización del sujeto" (Subirats, 2001:14).

Pero no hay mayor realidad que aquella que se demuestra a través de su influencia en el propio hombre y las nuevas tecnologías de información y la comunicación están generando efectos emocionales en la población (Gubern, 2000). Las consecuencias a nivel emocional y psicológica son tan importantes que algunos teóricos desarrollan ya un nuevo término para definir el estudio de estos procesos, la "tecnolopsicología" (De Kerckhove, 1999). Por otra parte, la realidad simbólica que implican los procesos de digitalización tienen más allá de sus aspectos inmateriales un referente físico, no debemos olvidar "que estas construcciones icónicas se elaboran sobre la base de nuestra experiencia pasada y presente con este mundo y con este universo” (Maldonado, 1999:76) y por tanto el mundo virtual no está desvinculado del mundo material que es su referente inicial y del cual se alimenta para existir.

La "sensación material ha sido reemplazada por el reino de lo inmaterial, el átomo que se mide y sopesa ha sido sustituido por el bit " (Verdú, 1996:108), como consecuencia el ser humano está remodelando su propia idiosincrasia a través de las nuevas extensiones tecnológicas que plantean una nueva situación en el mundo y en relación a los otros. "El hombre comprendió muy tempranamente que su identidad era vulnerable, pues dejaba jirones de ella por donde pasaba, en forma de huellas, sombras y reflejos" (Gubern, 2001: 37), en cada nuevo desarrollo tecnológico nos dejamos parte de lo que hemos sido hasta ahora y la sociedad adquiere parámetros nuevos de desarrollo. Cambian las fórmulas básicas de posicionamiento del hombre, la red se ha convertido en “un microcosmo digital en el que no existen fronteras ni distancias” (Joyanes, 1997:16). Tiempo y espacio desaparecen en sus conceptos clásicos, todo está cercano, todo es aquí y ahora.

Las nuevas tecnologías se implantan como extensiones que amplían nuestro propio pensamiento, la capacidad de nuestra mente (De Kerckhove, 1997). Los nuevos modos de ser y hacer definen el concepto de cibercultura que se desarrolla definiendo “el conjunto de técnicas, de maneras de hacer, de maneras de ser, de valores, de representaciones que están relacionadas con la extensión del ciberespacio" (Lévy, 1997). Dentro de este nuevo entorno el hombre habita, crea y se recrea, alterando su hábitat natural, socializándose dentro de las pautas distintas que le influyen en su desarrollo como ser. Porque la “tecnología informática transforma no sólo nuestras vidas, sino también el imaginario en el cual vivimos” (Levis, 1997: 27) y con ello cambiamos la esencia de lo que hemos sido hasta ahora, cambiamos nuestro motor de existencia, nuestras formas de “estar” y “no estar”.

Nos encontramos en la etapa de mayor complejidad dentro del proceso evolutivo del hombre que tras la superación del entorno natural y posteriormente del urbano, construye el entorno virtual (Echevarría, 1999 y 2000), una etapa de complejidad sin precedentes, de superación del propio cuerpo y de las limitaciones materiales, el hombre establece parte de su existencia sin necesidad de elementos físicos de base, desarrollando lo que realmente “distingue a nuestra especie como rareza biológica, su capacidad de procesar símbolos” (Castells, 1997: 52). Se impone una realidad intangible más allá del entorno físico. En la sociedad del consumo y como proceso paradójico pasamos "de la prioridad de valores materialistas hacia los postmaterialistas” (Pérez Alonso-Cánovas, 2003:27). Lo intangible tiene su valor y su influencia, podemos creer, sentir, perder y ganar en transacciones de valor puramente simbólico. Por primera vez el hombre mira hacia dentro y a partir de ahí establece sus lazos de conexión con el exterior.

Formas de acción e interacción
En la era digital se implanta una nueva forma de sociedad basada en las “nuevas modalidades de comunicación, nuevas formas de ser, nuevos lazos sociales, y con ellos nuevos colectivos” (Vayreda, 2004: 6). Ampliamos nuestras fórmulas de comunicación con los otros, el territorio no es el único determinante de comunidades y grupos, más allá del espacio físico se extiende el espacio generado por medios electrónicos que amplía los contextos y da prioridad a otros referentes. Ya no hay duda de que "estamos ante un nuevo espacio social, y no simplemente ante un medio de información y comunicación" (Echeverría, 2000:108). Un "espacio de conversación y acuerdo intersubjetivo" (Reguillo, 2000: 42) que está creando un nuevo concepto de cultura que lo envuelve todo.

Frente a las limitaciones de las comunidades tradicionales donde cada individuo crea sus lazos de pertenencia a un grupo en función de determinantes geográficos, con los imperativos de adaptación a entornos poco afines, se alza el entorno virtual y "millones de personas de todos los continentes participan también en los grupos sociales formados por intermedio de los ordenadores y conocidos como comunidades virtuales" (Rheingold,1996:15). La mayoría de los teóricos encuentran un concepto distinto que define estos ámbitos virtuales, Castells habla de “un espacio de flujos que sustituye al espacio en lugares" (2001:452), Bonder de un "terreno intangible al que se accede por medios tangibles" (2002: 29), Yus de un entorno "que es único en su sustitución de la red social real”, (2001:56), Echevarría define del Tercer Entorno (1999), para Sánchez hemos conquistado el Sexto Continente (2001). En definitiva un espacio sin territorios definidos que ha llevado a hablar de “desterritorialización” (Lévy, 1999). Para algunos no deja de ser una utopía, nuevas formas de control y descontrol, pero nada más. Para otros un espacio de relación al que se llega sin condicionantes, sin cuerpos y sus limitaciones de raza, sexo, capacidades físicas, sin cánones de belleza, sólo es necesario la capacidad de entrar, la posibilidad de “estar” asociada a limitaciones tecnológicas superables. No existen las distancias. ¿Utopía o realidad?.

Realidad e hiperrealidad
El ordenador “ha redefinido la función y la esencia del hombre” (Yehya, 2001:11). Ha modificado nuestros referentes. Frente a la televisión que nos daba un mundo hecho, sin posibilidad de modificar, de entrar y participar, la Red incita a la acción. La televisión nos mostraba el mundo real pero traspasada la pantalla del ordenador podemos preguntarnos si realmente aquello que observamos y que nos influye es real o sólo es una imagen proyectada de lo real. Para Verdú lo que "tocamos es lo real y aquello lo hiperreal" (1996:108) y la pantalla no es más que el límite entre la realidad real y la realidad virtual (Castells y Bofarull, 2002: 61).

La forma de ser y comunicar en la red difiere de los imperativos que se imponen en el mundo físico, "Internet se ha convertido en un significativo laboratorio social para la experimentación con las construcciones y reconstrucciones del Yo que caracterizan la vida posmoderna. En su realidad virtual nos autocreamos" (Turkle, 1997: 228-229). Si es un hecho que el hombre se ve reflejado en lo que mira y termina siendo lo que expresa, los nuevos territorios van a modificar lo que somos, sentimos y creemos. El paso a entornos virtuales como una forma cada vez mayor de vivencia está creando un hombre con necesidades diferentes.

No puede negarse la existencia de aquello que influye y tiene consecuencias, existe aunque no lo haga al mismo nivel que otras realidades. Lo virtual ha hecho poner en duda muchas verdades materiales, las bases de las transacciones virtuales son simbólicas y por tanto adquieren diferentes interpretaciones en función de los sujetos. Cada individuo recrea sus propios referentes.

De la cultura de masas al individuo
Los anteriores planteamientos analógicos han creado una cultura de masas sustentada en las influencias homogeneizadoras que tenían los contenidos audiovisuales concentrados en un número de referencias limitadas y por tanto de influencias, el paso a lo digital y la expansión de la red con su multiplicación de mensajes está haciendo que volvamos al concepto de individuo como elemento social clave. El hombre continúa siendo parte de una masa segmentada por gustos e intereses pero vuelve a recuperar su definición en ella.

En lo esencial, las masas actuales han dejado de ser masas capaces de reunirse en tumultos; han entrado en un régimen en el que su propiedad de masa ya no se expresa de manera adecuada en la asamblea física (…). En ella uno es masa en tanto individuo. Ahora se es masa sin ver a los otros (Sloterdijk, 2002:17).

Una sociedad moldeada por medios de comunicación cada vez más individualistas donde a veces la audiencia es sólo una persona.

El hombre vuelve a ser el centro de su universo, el status perdido por la sociedad de lo homogéneo, de los valores moldeados por los medios que lanzaban mensajes reducidos a grupos amplios, vuelve a recuperarse por un medio donde cada persona se relaciona como individualidad y tiene capacidad de lanzar su propio mensaje. Todo cabe en la red. La minoría ya no existe en su unión con otras minorías, no se pierde lo pequeño y lo grande ya no es tan grande, su influencia se diluye. Un nuevo tipo de censura se alza, frente a la negación del mensaje de las formas de control clásicas, tenemos la multiplicación de mensajes contradictorios. Frente a la censura por la eliminación del objeto está la censura por la saturación del objeto, la pérdida de un mensaje entre miles de mensajes.
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