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Las Contradicciones del Periodismo Uruguayo

Isaac Timan / Fuente:www.libertad-prensa.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Atosigar, manipular, agredir, y sobretodo vilipendiar a aquellos profesionales que se desvían del accionar periodístico sumiso, es el epítome actual de la libertad de expresión en la República Oriental del Uruguay.
La organización internacional Reporteros Sin Fronteras posiciona a Uruguay en el lugar vigésimo quinto en cuanto a los estándares inherentes a la libertad de prensa. Sin embargo, hechos ocurridos en las pasadas horas confirman que es insoslayable nuevamente la reconsideración de tales guarismos frente a la comunidad mundial.
Si bien la apreciación de la mencionada organización se aleja de cualquier intención luctuosa por ocultar la realidad, el funcionamiento cotidiano de la información, sus afluentes y las aristas que rodean al entorno mediático uruguayo advierten la presencia de una censura camuflada y la ignominia a la cual se someten diariamente algunos comunicadores.
El 30 de octubre, el programa semanal "Hoy por Hoy", conducido por la versada periodista Sonia Breccia, fue levantado durante la propia transmisión debido a supuestas e inusitadas deficiencias técnicas y logísticas del canal estatal TVEO, por donde es emitido.
La conductora, se vio forzada a suspender el programa en aras de las anomalías que se suscitaron desde el comienzo del mismo. En dicha jornada, los invitados a participar eran el intendente de la comuna capitalina, Mariano Arana (Encuentro Progresista - Frente Amplio), y el politólogo Daniel Chasqueti.
El tópico medular de la agenda era dialogar sobre la Ley de ANCAP, ley que será plebiscitada por la ciudadanía el próximo mes de diciembre y por la cual existe una disonante y bipolar posición entre los partidos tradicionales y la gran mayoría del conglomerado izquierdista. El debate radica en definir tras el plebiscito si el ente se asociará con una empresa extranjera.
El director del canal, Ramiro Rodríguez Villamil, manifestó públicamente que se iniciarán las investigaciones pertinentes para determinar responsabilidades y esclarecer las inciertas y consecutivas falencias que se produjeron previas a la intervención de los invitados.
Si bien algunos escépticos o funcionales a la censura pueden aducir que este episodio fue solamente un hecho aleatorio, singular e infrecuente, la historia de Uruguay, su esencia perenne post-dictadura, alimenta las vertientes por donde se nutren aquellos que tratan de atemperar la labor periodística.
Según la Asociación de la Prensa Uruguaya, el 26 de julio de 2002, y en base a la información brindada por el diario El Observador, el presidente de la Nación, Jorge Batlle Ibáñez, convocó en su residencia a los directores de los cuatro canales abiertos para que no divulgaran datos sobre la caída de reservas del Banco Central. Otro medio radial, Radio Sarandí, ratificó horas después, la noticia suministrada por el matutino.
Pero la censura trasciende el plano político. En agosto del año pasado varios medios publicaron que el periodista deportivo Mario Bardanca, fue desafectado de Subrayado, el noticiero del Canal 10. Bardanca, comentarista deportivo y reportero radial y televisivo, habría sido despedido por haber expresado comentarios opuestos a los intereses de Tenfield, la empresa poseedora de los derechos exclusivos de televisión para la transmisión del fútbol uruguayo.
La crisis que afecta al país propugna a los verdugos que patrocinan, auspician e inmunizan a la censura. La falta de fuentes de trabajo, amenazas de muerte y agresiones verbales y físicas son los cómplices ideales para que algunos periodistas guarden silencio, y consecuentemente el Uruguay se disfraza otra vez, camuflando un carnaval que dura no sólo dos meses, sino todo el año.
Empero, muchas veces, los mismo periodistas actúan en detrimento de sus colegas, porque no siempre los medios revelan información concerniente al menosprecio, afrentas y agresiones que sufren otros comunicadores en todo el país.
En base a cifras presentadas por la Asociación de la Prensa Uruguaya, el 27 de diciembre de 2002, 150 trabajadores del campo de la información pasaron a formar la extensa foja de desocupados. En Uruguay persiste el amiguismo, el clientelismo y la cultura del favoritismo que busca sumar más prosélitos. La libertad de expresión en Uruguay es la metonimia de un periodismo subordinado al poder político y económico.
Para aquellos que sostienen que en Uruguay prevalece una libertad de prensa virtuosa, deberíamos preguntarles, ¿por qué en Uruguay permanece restringido el acceso a la información oficial?
La libertad de expresión en Uruguay es la analogía de la parvificencia de los medios de comunicación. Lacónicas e infacundas reflexiones sobre la actualidad uruguaya, sobre el embrionario y gradual incremento de los nuevos pobres, sobre la emigración pletórica de la juventud, demuestran un funcionalismo mediático hacia el sistema que se convierte en la principal apología de un periodismo-negocio, muy distante de cualquier altruismo o intencionalidad de un servicio público subyacente.
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