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Guatemala: la prensa como blanco político

Mario Antonio Sandoval / Fuente: www.pulso.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
La mañana del 24 de julio pasado, una turba organizada por el Frente Republicano Guatemalteco (FRG) atacó una elegante zona residencial capitalina. Al ver a la prensa se lanzaron —palos, piedras, armas en mano— contra los periodistas, quienes debieron salir huyendo, perseguidos por los enardecidos eferregistas. Un periodista conocido en el medio radial como Reportero X, no pudo escapar: un ataque cardíaco le cortó la vida. Quedó en una acera, micrófono en mano.
Una fría mañana de noviembre, dos reporteros de Prensa Libre cubrían en el montañoso Huehuetenango la reunión de ex miembros de las patrullas de autodefensa civil, quienes exigían el pago por sus servicios. Rodearon a los periodistas y los secuestraron. Al enterarse, otros dos periodistas salieron a tratar de rescatar a sus compañeros, pero quedaron igualmente como rehenes durante casi tres días. El incidente por fortuna terminó con los cuatro ilesos, pero asustados.
En un mítin de campaña, el aspirante a alcalde capitalino y expresidente Álvaro Arzú, declaró “Mi único enemigo es la prensa”. Por su parte, el candidato oficial, Efraín Ríos Montt, en casi todas sus presentaciones públicas acusó a la prensa de estar vendida a sus enemigos políticos, o de estar al servicio de intereses oligárquicos. “Es la prensa de los ricos”, dijo muchas veces.
Ante los malos resultados de la encuesta electoral contratada por Prensa Libre, Nuestro Diario, el Periódico y Guatevisión, nueve candidatos presidenciales denunciaron una supuesta campaña contra sus aspiraciones. Acusaron públicamente a los directores de falsear los datos. Por cierto, el resultado de la elección los comprobó en la realidad.
Cuatro casos distintos, el mismo tema: la mala relación de los grupos de poder político y fáctico con la prensa de Guatemala, cuya importancia relativa en el país ha aumentado mucho desde el inicio de la etapa de democracia electoral vivida desde 1986. La prensa guatemalteca es ahora seguramente la institución más importante del país, por cumplir su misión de informar, pero sobre todo de orientar, y en el caso de los medios radiales, de ser la forma más directa de expresión popular. Es importante señalar el caso de la sección editorial de la prensa guatemalteca, pues publica artículos de los más variados tipos de personas: periodistas, abogados, maestros, ex guerrilleros, ex militares, sacerdotes, académicos, amas de casa. Su riqueza es enorme y marca la agenda de los temas nacionales, no porque así se lo hayan propuesto sus colaboradores, sino porque no existe la discusión llamada a tener como escenario el parlamento.
Los partidos políticos tampoco tienen importancia y sus líderes se mantienen ocupados en resolver asuntos personales o problemas internos. Ante esto, los editoriales y columnas se han vuelto el centro de la discusión nacional. El gobierno y los sectores de poder dialogan con los escritores de columnas y editoriales, al no tener con quién más hacerlo.
Ello le ha dado a la prensa enorme influencia nacional. Ha dejado de ser el reflejo, para ser la fuente de los criterios de la sociedad. Denuncia cotidianamente los escándalos, destapa acciones ilegales e inmorales, con la evidente reacción negativa del gobierno. Hay base legal: la Ley de Emisión del Pensamiento permite la crítica total a los funcionarios públicos.
El camino ha sido largo. Las tácticas contra la prensa han cambiado. Entre 1966 y 1996, durante la guerra interna, el ataque de ambos bandos fue dirigido a periodistas. Muchos colegas fueron asesinados, o prefirieron el exilio o el abandono de la profesión. Había reglas claras, se conocían los riesgos. Quienes cayeron, fueron sustituidos.
La etapa 1982-83 tuvo varios secuestros de periodistas. Comenzaron los ataques sutiles oficiales. Ríos Montt, en su gobierno de facto, encarceló a un columnista por “desacato a la autoridad”. Pero se había abierto la libertad periodística: surgieron los caricaturistas, se crearon columnas de temas políticos, con críticas abiertas. En mi caso, comencé Catalejo, columna ahora publicada tres veces a la semana. Floreció la sección editorial de la prensa.
Cerezo, 1986-91, presionó exitosamente y fueron cerrados dos noticieros de televisión independientes: Aquí el Mundo y Siete Días. La razón oficial fue la negativa de los canales de TV para renovar los contratos, pero la realidad era otra: el mexicano Angel González, quien puso los noticieros de su monopolio de canales al servicio de ese régimen y de los siguientes.
Continuaron viejos métodos. En 1990, mientras yo era Presidente de la Asociación de Periodistas de Guatemala, recibí una amenaza de muerte por escrito, al día siguiente de haber visto el ataque de dos pistoleros contra el vicepresidente de la APG. Los asesinos fallaron, pero alcanzaron a su esposa, quien murió en la calle. Al día siguiente los cadáveres de los criminales fueron tirados desde un carro en marcha.
Serrano Elías, un día después de tomar posesión declaró en la APG “no estar dispuesto a que la prensa le sobara la cara”. En diciembre de 1992, convencido de ser Prensa Libre y yo, su director, el centro de la oposición al gobierno, me invitó a cenar en la casa de su consejero espiritual y tras seis horas de reunión terminó amenazándome de muerte.
En 1993, Serrano fracasó en su golpe de estado. Su principal fallo fue el intento de abolir la libertad de prensa, y cuando numerosos periodistas salimos a las calles a protestar, nos encontramos con gritos espontáneos de “viva la prensa”, cuya popularidad alcanzó 80%. Al salir al exilio, gritó a los reporteros: “hijos de la gran puta!”
Alvaro Arzú (1996-2000), un genuino opositor a la libertad de prensa, dirigió sus ataques a destruir a los medios. Crónica, la mejor revista del istmo, sucumbió ante la falta de anunciantes a quienes el presidente personalmente les exigió dejar de anunciar.
En la radio surgieron los programas de transmisión noticiosa en directo y de comentarios a micrófono abierto a disposición del público. Hay dos radios dedicadas a noticias permanentes, y se han multiplicado los programas informativos en radios locales en la provincia.
Portillo no lanzó amenazas directas, pero la tónica del régimen fue acusar a la prensa como institución. Los peores casos ocurrieron en la prensa de provincia, donde el periodismo investigativo o de denuncia se convirtió en riesgo de muerte: en Puerto Barrios, un periodista fue asesinado.
Este año surgió el noticiero Guatevisión, del canal de cable del mismo nombre, el cual presido. El monopolio de TV se vio obligado a informar, aunque en forma parcializada, del proceso electoral. El Reportero X laboraba en una radio y su muerte provocó una rebelión de otros periodistas del monopolio, quienes informaron verazmente de la violencia. Poco después fueron despedidos.
El futuro no tiene muchas variantes. De los dos candidatos participantes en la elección de diciembre, Berger no se ha pronunciado, y Colom se unió a los nueve aspirantes presidenciales críticos de las encuestas. En todo caso, no tardará en haber los primeros choques de criterio. Si es Berger o es Colom el presidente, la duda es solamente cuándo comenzará.
Ahora, la calidad de los jóvenes periodistas es mejor: la mayoría tienen estudios universitarios y mucha de esa nueva generación está integrada por mis ex alumnos. Tanto periodistas como empresarios de medios están conscientes de la necesidad de realizar buen periodismo.
Los periodistas guatemaltecos continuaremos nuestra tarea: Todo ha cambiado, pero sigue igual. Así como durante la guerra los jóvenes reporteros de entonces nos lanzábamos a la calle para cubrir balaceras entre fuerzas de seguridad y guerrilleros, hoy dos jóvenes reporteros se lanzaron a tratar de salvar a sus compañeros hechos rehenes en Huehuetenango. Ese es el espíritu periodístico. Ojalá se mantenga cuando nosotros, los ahora viejos periodistas, ya no estemos.
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