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Hurgando en la historia (Parte II de III)

Hurgando en la historia (Parte II de III)

Por Martha Mendoza/ Fuente: www.investigacion.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
En mayo de 1988 el corresponsal especial de ap Charles J. Hanley se unió al proyecto, y trajo consigo la perspectiva de un veterano de la guerra de Vietnam quien ha trabajado como periodista durante 30 años y ha cubierto conflictos en todo el mundo.
Hicimos un buen equipo en el que se combinaron la reflexión y la cuidada redacción de Hanley, mi agresividad y mi curiosidad insaciable, el ingenio y la aguda mirada de Herschaft y el gran profesionalismo de Choe.
Los que estábamos en Nueva York no habíamos conocido en persona a nuestro colega de Seúl, pero trabajamos de manera muy eficiente mediante teleconferencias, correo electrónico, faxes y envíos de paquetería.
Nuestro trabajo cartográfico finalmente dio resultados. Produjimos una lista de unos cuantos batallones del Ejército estaduni-dense que estaban cerca de No Gun Ri hace medio siglo.
Herschaft apeló a la ley de libertad de información (Freedom of Information Act, foia) para obtener del Ejército las listas de personal y los informes matutinos de esas unidades, en los que aparecía la localización geográfica de las compañías. Viajó a la dependencia don-de se conservan los registros de personal (National Personnel Records Center) en la ciudad de Sant Louis y volvió con numerosos registros sacados de microfilm. Algunos de ellos apenas se podían leer.
Localización y entrevistas con los testigos
Herschaft y yo iniciamos el largo proceso para localizar a los vete-ranos de guerra y utilizamos una variedad de recursos, incluyendo bases de datos para encontrar personas tales como AutoTrack, cdb Infotek y Merlin. La base de datos de bajas de la guerra de Corea, que aparece en el sitio de internet del Proyecto de la Guerra de Corea (Korean War Project, www.kwp.org) nos ayudó a eliminar de la lista a quienes habían muerto en combate, mientras que el registro de defunciones de la oficina de Seguridad Social nos permitió eliminar a otros.
A medida que se acumulaban los nombres y números telefónicos, Hanley y yo empezamos a hacer las llamadas, telefonazos en frío a viejos veteranos de unos cuantos batallones. Empezamos con la infantería y dejamos a los oficiales para más tarde.
Al hacer cada llamada nos identificábamos, explicábamos en qué estábamos trabajando y dejábamos hablar a los veteranos. Fuimos haciendo una extensa entrevista tras otra, todas callejones sin salida pero todas útiles para entender el frente de guerra hacia mediados de 1950.
Finalmente, en nuestra entrevista número 34, encontré a un hombre quien dijo haber visto lo que ocurrió en No Gun Ri. Los detalles que dio eran convincentes, pero tuve que hacer otras quince entrevistas antes de dar con otro testigo. Finalmente empezamos a concentrarnos en el Segundo Batallón del Séptimo Regimiento de Caballería. Encontramos a más hombres en Kentucky, en Kansas, en Michigan, dispuestos a hablar sobre civiles coreanos atrapados bajo el fuego de su batallón, en el mismo puente ferroviario y en el mismo período.
"Recuerdo haber disparado a la gente para abrir campo", dijo uno. "Llegó la orden de disparar", dijo otro.
Las entrevistas no resultaban nada fáciles.
Resultaba claro que algunos de estos hombres, de sesenta o setenta años de edad, sentían la necesidad de desahogarse. Pero incluso éstos podían ser un reto que requería llamadas adicionales o visitas personales antes de abrirse. Otros quienes pensábamos que habían estado allí, no querían ha-blar, y algunos más eran poco claros. "Yo sé que estuve allí", fue todo lo que dijo uno de ellos cuando le preguntamos so-bre No Gun Ri.
Poco a poco comprendimos que muchos, si no esque la mayoría de los ex soldados, aún están marcados psicológicamente por lo que vieron o contribuyeron a hacer en esos tres días de finales de julio de 1950. Choe, mientras tanto, reunía los detalles ofrecidos por 24 sobrevivientes coreanos en sendas entrevistas. En ambos extremos del Pacífico empezaron a surgir pequeños y escalofriantes detalles. Tanto los veteranos estadunidenses como los coreanos hablaron del mortal rebotar de balas, de cómo los sobrevivientes se ocultaban bajo montones de cuerpos, del eco de los gritos de las mujeres y los niños en los túneles de concreto.
Habíamos llegado al centro de la historia. Finalmente logramos que cerca de 25 veteranos reconocieran lo sucedido, y la mitad de ellos eran fuentes sólidas que aceptaron hablar abiertamente (on the record) de los detalles. Pero quedaba mucho trabajo por hacer.
Port nos pidió que volviéramos a los Archivos Nacionales para corroborar los expedientes y buscar mas información. El objetivo era asegurarnos de que no se nos escapara nada sobre las balaceras y recopilar más información sobre las operaciones del ejército estadunidense.
Herschaft encontró manuales y regulaciones militares de los cin-cuenta, así como 37 cajas de notas hechas por el historiador oficial del ejército estadunidense para la guerra de Corea.
Herschaft obtuvo en bibliotecas escolares información sobre las leyes de guerra vigentes en esa época y sobre las cortes marciales realizadas en Corea. Esos procesos estuvieron relacionados con de-litos habituales pero no hubo ninguno de la magnitud de No Gun Ri. Las bases de datos de Lexis-Nexis y Westlaw aportaron artículos legales relacionados con crímenes de guerra. Aprendimos sobre la masacre de My Lai ocurrida durante la gue-rra de Vietnam.
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