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Plagas en los reportajes (Parte III de III)

Plagas en los reportajes (Parte III de III)

Por Marcelo Beraba/ Fuente: www.investigacion.org

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Con la moda del denuncismo hubo una saludable reacción de la sociedad. Los mismos lectores que pedían sangre y cabezas empezaron a reaccionar. Las empresas también percibieron los riesgos que corrían con su imagen dañada. Era necesario repensar las estrategias. La suma de varios factores hizo que la prensa en general disminuyera la avalancha rutinaria de denuncias y avanzara en la creación de nuevos patrones de calidad.
Los periódicos continúan divididos entre la necesidad vital de mostrarse independientes para obtener credibilidad y el vicio pertinaz de servir a sus propios intereses, lo que acaba determinando la manera en que se relacionan con el poder y ejercitan el periodismo. Dicho en forma caricaturesca: en tanto Collor era fuerte, nada de investigaciones o denuncias. Cuando se debilitó y no era posible ya encubrir sus delitos, toda la investigación era sobre él.
Es posible que estemos viendo la misma película, ahora con Fernando Henrique Cardoso. Terminó la luna de miel del primer periodo presidencial, y en el primer trimestre del segundo mandato de Fernando Henrique se publicaron más reportajes críticos que en los cuatro años anteriores.
Denuncismo o silencio. Este dilema es tan falso como recurrente. Los periódicos deben responder las acusaciones de que son frívolos, superficiales, sensacionalistas e irresponsables con reportajes contundentes, serios, importantes para el país y que no puedan ser refutados por estar bien fundamentados. Las necesidades de una práctica de indagación sólida enfrentan dos hechos.
En primer lugar, existen pocos profesionales con las condiciones técnicas y la formación adecuada para hacer reportajes de investigación tales que puedan ser contestados pero no desmentidos.
Ése es uno de nuestros grandes problemas actuales: la falta de experiencia, de preparación y de conocimientos técnicos. Una evaluación cuidadosa de los reportajes que publicamos en los periódicos, especialmente la cobertura de todos los días, indica claramente que la mano de obra que formamos en las redacciones sigue siendo irregular y llena de fallas.
Es obvia la necesidad de invertir en la preparación de los periodistas, tanto de los que salen de las facultades sin grandes vicios pero mal preparados como de aquellos que durante diez o doce años de experiencia han adquirido vicios que pueden y deben ser extirpados con programas de actualización.
El segundo hecho es que la forma en que administramos los recursos de las redacciones castiga al reportaje, a la recopilación de información exclusiva, a la investigación. Los grandes cambios empresariales experimentados por los periódicos en las dos últimas décadas sobrecargaron los procesos de cierre, cada vez más presionados y complejos. Eso dio como resultado una distribución desproporcionada del personal.
Cada vez más periodistas, inclusive algunos inexpertos pero que podrían ser buenos reporteros, son utilizados para las tareas del cierre y se descuida lo que en algunos periódicos llamamos producción: los adelantos, la indagación, la investigación, el reporteo, la orientación de los reporteros. Cada vez que un gobernador promete que va a transferir a las calles a los policías dedicados a funciones burocráticas para aumentar la vigilancia, pienso en los periódicos. El lugar del reportero es la calle.
Las redacciones están enfrentando estos problemas con programas de entrenamiento y actualización y con nuevas experiencias de organización del trabajo y de la administración. Los grandes periódicos, principalmente Globo y Folha de Sao Paulo, encabezan este proceso. La gran novedad es que decenas de periódicos medianos han descubierto que esta es una vía –tal vez la única– para mejorar.
Y es que los periódicos no tienen otra opción. La competencia –entre ellos mismos y entre ellos y otros medios que se disputan a los mismos consumidores y a las mismas tajadas de publicidad– los obliga a invertir en informaciones exclusivas, credibilidad, buenas historias. Y esto no tiene secreto: sólo se consigue con buenos periodistas.
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