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ENTREVISTA
Abel Ruíz de León, Fotógrafo y Autor del libro ‘Escuchar a Irak’

'Los medios no valoran lo duro que es ser corresponsal de guerra'

Prnoticias.com

miércoles 22 de octubre de 2014, 12:37h
Este sevillano de 33 años acaba de regresar de Irak y trae bajo el brazo ‘Escuchar a Irak’ (BLUME, 2006) su segundo libro. Una obra en la que muestra la situación de Irak en tres etapas, la guerra, la posguerra, que él considera la verdadera guerra. Una perspectiva más humana de los damnificados por el régimen de Sadam Hussein, poniéndoles a las batallas un rostro y un nombre. PRNoticias ha hablado con el periodista para analizar la situación actual de los informadores dentro y fuera de los conflictos bélicos.
¿Cómo definirías tu trabajo? ¿A qué te estás dedicando ahora?

Básicamente me estoy dedicando desde los últimos años a e este tipo de trabajo más relacionado con los derechos humanos. Lo cierto es que las guerras no me interesan, me interesan las historias que hay detrás de las guerras y que están enmarcadas en ellas. Las guerras las ganan unos y las pierden otros, pero víctimas son todos.



¿Cuál es la situación de los corresponsales y fotógrafos que acuden a cubrir las guerras?

Eso que mal llaman reportero de guerra, de hecho yo prefiero que me llamen periodista y fotógrafo o por mi nombre simplemente. Ese tipo de periodista protesta muchas veces sobre las condiciones laborales en las que tiene que trabajar pero al final no demuestra demasiada gallardía en denunciar las verdaderas penurias y las verdaderas condiciones laborales en las que se ejerce muchas veces este trabajo.



Es uno de los males de este tipo de periodismo…

Uno de los peores que afectan hoy en día al periodismo, y este tipo de periodismo tampoco se escapa, no es la censura, sino la autocensura y en esto hay situaciones de peligro, pero los corresponsales siempre están recordando que duermen en sitios malos, que viven en casa malas… pero nunca dicen que viven en la menos mala de las casas que se tiene en pie en la ciudad, que se mueven con el coche menos malo de los que circulan por el lugar donde están, que van con muchos dólares con los que podrían vivir varias familias de ese lugar durante muchos meses. Muchas veces olvidan que lo importante es contar las historias que ocurren en un lugar y contarlas de forma comprensible para gente que son receptores de ese mensaje y que viven en una realidad completamente diferente y se dedican a contar sus aventuras y desventuras.



¿Qué aporta este libro?

Sobre Irak se han publicado mucho libros, pero casi todos cuentan o bien las aventuras y desventuras de los periodistas en Irak o las recopilaciones de crónicas hechas por el periodista, pero pocos se paran a ver la realidad de esta gente, sin importarle si son sunís, chiítas, kurdos o cristianos o ni siquiera si son niños, ancianos, hombres o mujeres. El libro lo que pretende es poner nombre, apellido y cara, saber en qué mercado trabajan, qué les pasó, por qué su vida cambió bruscamente. Pretende hacer que la guerra de Irak no sea una simple lista de heridos o de bombas. No es un libro político, es un libro humano. Pero no todo el mundo lo entendió así, hay quien sin mirarlo siquiera hizo un juicio de valor.



¿A qué te refieres?

Ya, pero prejuzgan a quien lo hace, porque miran en que medio trabajas o con cual colaboras, pero no se paran a mirar que tú eres un periodista independiente, autónomo y que paga a final de mes su cuota a la seguridad social y que colaboras con medios de distinto signo y cuando estás en este trabajo poco importa la línea editorial, porque la verdad es que eso condiciona más bien otro tipo de periodismo, pero siempre hay quien lo pone en duda.



Lo que más te ha marcado

Hay historias muy bonitas dentro del libro. A mí me gustó mucho una historia de una mujer que iba todos los días a la cárcel de Abu-Ghraib a intentar ver a su hijo. Y hacía cola todos los días para intentar verlo y nunca consigue el permiso. Un día yo quedé con ella para ir a su casa, y ella estaba muy triste porque llevaba semanas sin poder ver a su hijo, además coincidía con la época aquella de las torturas dentro de la cárcel y cuando llegamos a casa, el hijo había sido liberado y había llegado media hora antes a casa y estaban celebrando una fiesta, muy humilde, pero una fiesta al fin y al cabo. También las historias de los desparecidos son muy duras, pero también son muy bonitas y en general, todas. Pero las historias no se parecen en nada, porque incluso hasta las fotos son distintas, y el libro es diferente.



En qué…

Porque las historias son todas muy distintas unas a otras, no hay ninguna que se repita, el libro puede leerse saltando capítulos o saltando historias, pasando adelante y atrás y no necesariamente tienes que leerlo de la página uno a la 208. Y luego es un libro que aunque tenga el formato y la calidad de un libro fotográfico, no está en las librerías en las estanterías de fotografía, está más en actualidad o ensayos sobre actualidad y tampoco es el típico libro fotográfico que no lo puedes sacar de casa por su tamaño sino que lo hicimos porque queríamos que tuviese la cercanía y la calidez de un diario.



Un diario suena muy personal ¿Hasta qué punto te has implicado? ¿Cómo te han afectado todas estas historias?

Cuando trabajas así, si no te afecta lo que haces, entonces, malo, entonces es que no tienes ni la más mínima sensibilidad para contar que le ocurre a la gente de allí. La implicación es que cuando he vuelto a Irak he intentado volver a ver a estas personas o al menos intentar ver a algunas y mantener el contacto con ellos a través de mi traductor, que trabaja allí y saber cómo están esas personas. De hecho la página web (http://www.blume.net/iraq/) se creó para que las historias no se perdieran con el libro, no muriesen con la presentación.



¿Con qué sensación regresa uno a casa tras vivir un drama de este calibre?

La sensación es que la guerra de Irak queda demasiado lejos para los españoles y que sólo estuvo un poco más cerca cuando los soldados españoles estaban destacados en Irak. Una vez que los soldados españoles volvieron Irak dejó de interesar, lo que quedó de esto en las informaciones fue una cola residual de 15 o 20 segundos en los informativos. Hace muchísimo tiempo que no van reporteros españoles a Irak, y me parece que es un poco duro, porque lo que está ocurriendo allí merece que haya periodistas con los ojos lo más limpio posible para contarlo.



Se está hablando del Síndrome del Estrés Post traumático, en los soldados que regresan, además, recientemente un informe que prevenía de la incapacidad de muchos periodistas para asumir aquello a lo que se enfrentan… ¿Crees que estamos realmente preparados?

Comenzó a hablarse de este síndrome con la vuelta de los soldados americanos tras la primera guerra del Golfo y fue una forma de darle un nombre a todos esos síntomas y trastornos. De este tema se un poquillo porque curiosamente, uno de los proyectos que tengo para el futuro trata sobre esto…



¿Para cuándo podremos verlo?

Pues tratará sobre estrés postraumático en soldados veteranos de guerra y espero que vea la luz en un par de años.



Volviendo a los periodistas…

Sí que es cierto de igual forma que los soldados se ven afectados por él, los periodistas que se toman muy en serio su trabajo y que, de verdad cuando cubren un conflicto de este tipo se acercan a las cosas para intentar el cara a cara, tienen el mismo riesgo para hacer este tipo de cosas. Creo que nadie debería acostumbrarse a ver este tipo de cosas, ni siquiera los periodistas que estamos día a día cubriendo este tipo de acontecimientos. Lo que si que tengo claro es que cuando uno está en un viaje de estos y la cabeza le empieza a fallar, lo mejor que puede hacer es regresar.



Pero el estrés postraumático se da al regresar…

Claro, esto se puede dar semanas, incluso meses después de haber estado en el conflicto bélico. De eso no estamos a salvo nadie, como tampoco estamos a salvo de pillar la gripe, para este tipo de traumas tenemos ‘más papeletas’ que otras personas.



Aun así... ¿merece la pena?

Evidentemente si te vuelves con una herida grave o con un compañero fallecido, no debe merecerla, pero merece la pena que haya periodistas que hagan un esfuerzo para contar la vida de otras gentes que lo están pasando realmente mal. Lo que no es justo es que los medios de comunicación no valoren lo duro que es este trabajo.
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