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Fuerteventura, isla de la soledad desnuda

Fuerteventura, isla de la soledad desnuda

Jetcost te descubre este paraiso Reserva Mundial de Biosfera desde mayo de 2009

viernes 19 de junio de 2015, 17:23h
Fuerteventura es isla de “soledades desnudas y desnudeces solitarias”, en palabras de Miguel de Unamuno que estuvo aquí desterrado durante cuatro meses por el régimen de Primo de Rivera. Destierros así querríamos ahora. Lejos de las prisas en las ciudades, de la contaminación, de las aglomeraciones, del ruido... Cerca de la calma, del sosiego, de la belleza inalterada, de los cielos limpios y las aguas transparentes.
¡Qué nombre tan sonoro, alto y significativo! –otra vez Unamuno- ¿Fuerteventura? Es decir, ventura fuerte. Y si a estas Canarias se las llamó las Afortunadas, a ésta de Fuerteventura habrá que llamarla la fuertemente venturosa. Venturosa sí, que según el diccionario quiere decir “que tiene o implica felicidad”. Porque ¿puede haber mayor felicidad que encontrarse frente a extensas y virginales playas de arena blanca, en una costa bañada por el océano en calma y aguas cristalinas que invitan al relax en una sugerente intimidad?

Claro que en esto Unamuno, como en otras cosas, fue un visionario. Porque en aquel lejano 1924, lo que cualquier podía ver en la isla más antigua de las Canarias, era su extenuante sol africano, el viento implacable, sus áridos paisajes desnudos, la escasez de agua y un proverbial despoblamiento que la convertían en una zona despreciable y maldita. Las mismas circunstancias que hoy día convierten a Fuerteventura, con su sol y sus desiertas playas, en un lugar paradisíaco. Brisa, sol, la amplitud del océano y, sobre todo, silencio, paz y tranquilidad, para quien quiera alejarse de todo durante unos días.

Pero Fuerteventura para el potente buscador de vuelos y hoteles Jetcost (www.jetcost.es) no es solo sol y playa. En esta isla declarada Reserva de la Biosfera en mayo de 2009, también se puede disfrutar de otros paisajes sorprendentes como las extensas planicies producto de años de erosión que contrastan con volcanes y mantos de lava, o el impresionante campo de dunas desde donde se divisa, a pocos kilómetros de distancia, un islote deshabitado y virgen que además ha sido catalogado como Zona de Especial Protección para las Aves. Y con un poco de suerte, se puede admirar el vuelo del guirre, la única especie de buitre que habita en las Islas Canarias, o la avutarda hubara, el corredor sahariano o la ganga ortega.

Y puestos a volar, hay que dejar volar la imaginación hasta el pasado más remoto y acercarse a la Montaña Sagrada, aquella a la que los aborígenes atribuían un significado mágico. En los entrañables caseríos del interior también se podrá respirar la historia gracias a su bien conservada arquitectura tradicional, mientras que los pequeños pueblos de pescadores rebosantes de sabor mostrarán sus secretos en cada rincón. En Fuerteventura se ve asomar las rocas más antiguas del archipiélago, sedimentos marinos pertenecientes a la época en que aún no había comenzado el proceso de formación de las Islas Canarias.

Bellezas naturales intactas

El recorrido por esta isla estrecha, “esquelética” como solía definirla Unamuno, puede iniciarse en el sur que está regido por la presencia del impresionante paisaje que ofrece el Parque Natural de Jandía, un destacado punto donde se entremezclan multitud de paisajes, destacando el Arco del Cofete. Más de 2.600 hectáreas que convierten a Pájara en un municipio que visitar, propicio para el encuentro entre el hombre y la naturaleza. Una mezcla pura de colores, olores, sensaciones y la relajación que el contacto directo con la naturaleza provoca en cualquiera que posea la sensibilidad de saber admirar un verdadero regalo para los sentidos, motivo de orgullo para los isleños.

Entre sus playas, merece mención especial la de Sotavento, arenas doradas bajo el bendito sol de las Canarias, aguas cristalinas con valiosos fondos marinos, una playa de más de 11 kilómetros de punta a punta, los juegos de una marea que crea humedales donde se refugian aves extrañas... Sotavento está considerada entre las mejores del mundo, y en ella se celebran los Campeonatos del Mundo de windsurf y kitesurf. Gracias a ese viento que dio nombre a la isla durante dos largas semanas los chicos de las velas y las cometas convertirán la playa en el escenario perfecto para sus travesías acuáticas y sus piruetas aéreas, en un evento deportivo que es el más importante de los que se celebran en Canarias.

Y hacia el norte, visible desde cualquier punto, la Montaña de Tindaya se levanta majestuosamente como uno de los principales puntos de interés de Fuerteventura. Esta maravilla geológica es característica de la evolución de la isla y ha desempeñado un papel importante a lo largo de su historia religiosa y cultural. La dureza del clima y la erosión han tallado en la base del Macizo de Betancuria la formación que se ve hoy en día. Un lugar de culto para los habitantes prehispánicos, Monte Tindaya contiene uno de los más impresionantes petroglifos de pies que se pueden encontrar en las Islas Canarias. Un lugar donde el pasado de la isla se muestra con orgullo a los visitantes que buscan algo más que sol y playa.

A lo largo de la isla de Fuerteventura se pueden admirar bellos y únicos espacios naturales, como las dunas de Corralejo con kilómetros de olas de arena. Resulta fascinante la fuerza hipnótica que este paisaje ejerce sobre el viajero, una llamativa franja de arenas fósiles y desérticas, que la clásica calima canaria transporta desde el cercano litoral africano. El sosiego que se respira en este mar de dunas frente al Atlántico, cuyas caprichosas formas cambian diariamente a merced del viento, las ha convertido en una privilegiada área para la observación de aves y para la conservación de especies silvestres.

Aún más al norte, cruzando una pequeña franja del océano, el Islote de Lobos mira al mundo con el orgullo de ser uno de los últimos enclaves naturales vírgenes de Europa. A solo unas horas de las principales ciudades europeas, la calma de sus playas, la eterna primavera que regala 365 días de un clima excepcional, y la soledad de las islas desiertas, convierten este islote en un punto de obligado paso para aquellos que se quieran adentrar en una experiencia inolvidable. Uno de los espacios naturales más bellos de Fuerteventura se encuentra en este islote que alberga una cantidad importante de especies endémicas, y numerosas figuras de protección en medio de la naturaleza más salvaje, y el encanto desértico de una isla paradisíaca.

Hubo una época en que el Islote dejaba perplejo a todos por la cantidad de focas monje que allí se concentraban. Hoy en día no queda ninguna, sin embargo, en la Isla de Lobos coexisten unas 130 especies vegetales y variedad de animales. En su costa hay áreas encharcadas que forman saladares de alto valor biológico. A ellos acuden varias especies de aves que nidifican en los cantiles de la Caldera, destacando la presencia de la gaviota argéntea y de la pardela cenicienta. Sus hermosos fondos marinos están declarados área de reserva submarina, albergan una gran riqueza ecológica.

Y hacia el interior

Aunque cuesta trabajo abandonar ese inmenso mar azul o esas dunas que reflejan el sol, vale la pena alejarse un poco y llegar hasta La Oliva, que conserva el más importante legado de arquitectura tradicional majorera. De estilo mudéjar, la Iglesia de Nuestra Señora de Candelaria, del siglo XVII, destaca por su torre de cantería oscura, que fue campanario, atalaya y vigía. La Casa de los Coroneles es el mayor exponente de arquitectura civil y testigo de la lucha de poderes entre los dos grandes núcleos de la isla entonces: Betancuria y La Oliva. La Torre del Tostón, de tipo "quesera", rechazaba con artillería los ataques de los piratas, y es Monumento Histórico de Interés Cultural desde 1949.

Cerca de La Oliva, se mantiene viva otra de las grandes tradiciones de la isla: la elaboración del queso de cabra, animal símbolo de Fuerteventura, que se elabora en diferentes sabores y texturas y que es exquisito. El queso majorero tiene una calidad reconocida, no sólo en el archipiélago sino también en el exterior. Factores fundamentales que determinan la calidad de este queso son los escasos pastos de esta seca pero fértil tierra, y las insuperables cualidades de la cabra majorera, un animal de granja muy versátil que produce una leche gruesa, aromática y con alto contenido en grasa. Y ya que hablamos de comidas, no hay que olvidarse de lo más tradicional, el 'gofio amasado', una harina de grano tostado, agua, leche, caldo, patatas, miel y vino, o las papas arrugadas, pequeñas patatas si pelar cocinadas con mucha sal, hasta que la piel se queda arrugada, y servidas con “mojo”, una salsa picante.

Una de las especialidades vinculadas a las verduras es el tradicional puchero canario compuesto de bubangos, papas, coles, zanahorias, calabazas, batatas, piñas de millo (maíz), habichuelas, garbanzos y carne de cerdo y de res. Y naturalmente en una isla no pueden faltar los pescados, algunos peculiares de Fuerteventura y otras islas vecinas, como cabrillas, salemas, sargos, gallos, herreras, brecas, chopas, burritos, bocinegros, viejas, pulpo, mero, samas, atún, etc. El pescado suele prepararse simplemente sancochado (cocido), aderezado con aceite, vinagre y pimienta picante (guindilla) o acompañado de mojo.

Y ya, con la mente despejada y el cuerpo satisfecho, volvamos a los versos de Unamuno para despedirnos de Fuerteventura:

La mar ciñe a la noche en su regazo
y la noche a la mar; la luna, ausente;
se besan en los ojos y en la frente;
los besos dejan misterioso trazo.
Derrítense después en un abrazo,
tiritan las estrellas con ardiente
pasión de mero amor y el alma siente
que noche y mar la enredan en su lazo.

Miguel de Unamuno
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